Londres. El príncipe Guillermo y Catalina, duquesa de Cambridge, se dieron ayer un baño de multitudes en una boda marcada por el patriotismo y la emoción tras una ceremonia en la abadía de Westminster, que lució un decorado espectacular.

El imponente vuelo rasante de siete aviones de la Real Fuerza Aérea británica sobre el palacio de Buckingham fue el broche de oro de este evento, en el que miles de personas, británicos como extranjeros, se echaron a las calles de Londres para arropar a los futuros reyes.

Los dos tiernos besos de la pareja en el balcón del palacio de Buckingham animó a la multitud allí congregada, que gritaba "Guillermo y Catalina" en medio de un mar de banderas británicas.

La pareja llegó al palacio desde la abadía en una carroza descubierta tirada por cuatro caballos. Tras su carroza, la guardia real y varios carruajes en los que iban Isabel II, el duque de Edimburgo y otros miembros de la familia real les siguieron.

Antes, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, les había casado en la abadía de Westminster frente a 1.900 invitados, entre ellos miembros de casas reales extranjeras, políticos, diplomáticos y destacadas figuras del mundo del espectáculo, como el cantante británico Elton John y el futbolista David Beckham. Al pronunciar sus votos, Catalina, a la que se le vio nerviosa pero sin perder la calma, prometió "amar, confortar, honrar y conservar" al príncipe Guillermo.

La belleza de Catalina, que llevaba una tiara de diamantes de 1936, impactó tanto al príncipe Guillermo que se le pudo leer las palabras "estás hermosa" nada más llegar la novia al altar. Por su parte, el príncipe se casó vistiendo el uniforme escarlata de la Guardia Irlandesa, de la que es coronel honorario, y llevaba también la banda azul de la Orden de la Jarretera.

Su hermano, el príncipe Enrique, que fue el padrino del novio, llevó el uniforme de capitán del regimiento de caballería Blues and Royals, con las medallas del Jubileo de Oro y la Campaña de Afganistán.

La abadía destacó por la belleza y un decorado espectacular, pues se instalaron cuatro toneladas de follaje, incluidos ocho árboles, para crear el efecto de que tanto los invitados como los novios caminaban a través de una frondosa "avenida natural".

Guillermo y Catalina salieron del templo como duques de Cambridge después de que la reina le concediera a su nieto este título, el de mayor rango en la nobleza británica, además de los títulos de condes de Strathearn y barones de Carrickfergus.