Londres. El príncipe Guillermo y Kate Middleton desean mantener una vida normal. Un par de años románticos en el pintoresco norte de Gales antes de que la realidad de las obligaciones monárquicas se imponga.
Para el palacio de Buckingham, Kate tiene sobre todo una misión: ser madre de un nuevo heredero. Pero las expectativas van más allá de la mera fertilidad. Guillermo y Kate son el estandarte de la monarquía moderna. La reina Isabel II, de 85 años, y el casi nonagenario príncipe Felipe cada vez harán menos apariciones públicas. Guillermo y Kate deberán seguir los gigantescos pasos que Carlos y Camila hasta ahora no han podido dar. El primer ministro, David Cameron, y el resto del Gobierno dieron saltos de alegría cuando se anunció el compromiso del futuro heredero. Reino Unido se encuentra sumido en una profunda crisis financiera y social. El político conservador habla mucho de la big society, y es que Cameron desearía una sociedad en la que todos cooperaran, solidaria, pero que también se hiciera a sí misma y no pidiera tanta ayuda al Estado cuando las cosas no van bien. ¿Y qué podría reforzar más el espíritu nacional que una gran imagen de la boda real?
Cuando tras la boda se sequen las lágrimas de alegría y se barran las calles, habrá que hacer recuento en las cajas. Las expectativas son altísimas, y no sólo para los vendedores de recuerdos. El sector hotelero celebra la buena ocupación, aunque no se han reservado las 90.000 habitaciones disponibles. Los 600.000 visitantes adicionales que se esperan se dejarán unos 87 millones de euros a orillas del Támesis. Pubs, puestos de comida rápida, aerolíneas, supermercados... Todos esperan sacar provecho. La asociación de pubs calcula que se beberán 100 millones de pintas más, lo que supondría unos ingresos extra de casi 400 millones de euros. El sector de la moda espera que Kate, convertida en nuevo icono, les aporte un fuerte impulso, aunque Vivienne Westwood criticara el estilo de la nueva princesa. En cuanto a los medios de comunicación, la BBC ha vendido por sumas millonarias sus producciones televisivas en todo el mundo, y en otros canales británicos los espacios publicitarios se han reservado bien. Los diarios están viviendo un renacimiento. "No podría habernos pasado nada mejor", dice Sarah Sands, del Evening Standard.