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Qué hacía un profesor de música en la selva? El alavés Julen Ezkurra (Izarra, 1930), compositor y creador del coro de la UPV, se define como un vasco integral y por lo tanto, confiesa que ama a los ríos, a las montañas y le apasionan los viajes. Quizás por ello se embarcó hace 55 años en una de sus aventuras más increíbles. En 1954 se trasladó a Iquitos en la Amazonía peruana, donde permaneció diez años como educador, profesor y director de música. Navegó por los ríos amazónicos y conoció la realidad de las comunidades nativas, para las que reclamó ayuda sanitaria, escolarización y cultura.

Ahora, a sus 80 años, ha rescatado sus memorias amazónicas y las ha publicado en un libro, Mi vida en la Amazonía. Andanzas de un músico en la selva peruana, cuyos beneficios irán a parar, como no podía ser de otra manera, a su querido Iquitos a través de la ONG Puentes solidarios. Su viaje por la memoria comienza en el puerto de Santander, una tarde gris de febrero de 1954, en la que Julen Ezkurra se embarcó en el trasatlántico inglés Reina del Pacífico. "Todavía recuerdo aquel olor penetrante", confiesa este compositor y músico alavés.

Una de las escalas fue en La Habana: "Yo estaba feliz y el calor del trópico me sentaba divinamente. Entonces no conocía París, pero aquella noche La Habana me pareció la ciudad-luz por excelencia. Cenamos en el Centro Vasco... Daba la sensación de que el dinero circulaba a raudales".

Tras pasar unos días en la capital limeña, despegó en avión hacia Iquitos. Todavía recuerda la primera vez que vio la selva. "Por fin se despejó el cielo y, allí abajo, a nuestros pies, apareció la selva, el infierno verde, como una inmensa alfombra, como un océano infinito... Durante las dos horas que duró el vuelo por encima de la selva, sufrimos más de diez veces los baches aéreos. El avión se desplomaba hacia aquel mar de la jungla para remontar enseguida".

Una vez en tierra, el calor era asfixiante, la humedad altísima. Al instalarse en la residencia del colegio en donde iba a dar clases le asignaron una habitación interior. Tenía un catre con una delgadísima colchoneta de paja sobre tablas. Al tratar de sacudirla, cientos de cucarachas enormes alzaron el vuelo hasta posarse y corretear por el suelo. La sensación fue de asco, pero al poco se lo tomó con humor.

La siguiente sorpresa saltó en las oficinas del colegio: "La secretaria se apellidaba Zabalbeascoa, su padre era de Lekeitio, y con ella estaban sus primas Achaval, que eran profesoras de Educación Secundaria y de la Escuela Normal. Se alegraron mucho al conocer mi origen vasco y se ofrecieron para ayudarme", recuerda Ezkurra.

Así, de sorpresa en sorpresa, transcurrieron los diez años de andanzas de este músico vasco en la Amazonía peruana. Julen Ezkurra describe en el libro la riqueza de Manaos e Iquitos, a partir de 1875, con el boom del caucho. Recuerda que allí conoció a otro vasco. "Aquí tienes a un vasco como tú, de Bilbao. Ha venido a bordo de un barco inglés", le presentaron algunos residentes españoles en Iquitos. Aquel joven, que tenía 28 años, no era otro que José Luis Ugarte, que tenía un negocio en la selva. Después de aquel viaje y de otros sucesivos fueron intimando. También conoció a un joven atleta universitario navarro que traía una carta de recomendación de Monseñor Sagarmínaga. No era otro que Miguel de la Cuadra Salcedo.

Pero pronto sintió la 'llamada de la selva'. Durante sus vacaciones se internaba por lugares a los que hacía años no llegaba el hombre blanco, acompañado de un experto guía, Elías Peña Huaman, un acordeón y un cuaderno de apuntes. Navegó por los ríos Nanay , Chambira y Pintuyacu. Recuerda que eran jornadas interminables río arriba, sin apenas encontrar algún signo de vida.

Pero, obviamente, el libro dedica una gran parte a reflejar las inquietudes musicales de este compositor, que llegó a ser director de estudios de la Escuela de Música de Iquitos, y que mantuvo contactos en Lima con músicos peruanos, como la cantautora criolla Chabuca o la soprano Teresa Guedes.

En Iquitos, Ezkurra tuvo cuatro coros. "Desde que empecé a pensar musicalmente, lo hice para coro, no para piano, y mucho menos, para orquesta. Por eso, a estas alturas de mi existencia, puedo confirmar que toda mi vida ha estado consagrada a la música coral, y eso no por influencia de mis padres o profesores, sino por un impulso irrefrenable", confiesa este compositor y viajero vasco.

El curso de 1963 fue el último de su aventura amazónica. "Necesitaba descansar tanto física como psíquicamente. Necesitaba reciclarme, ponerme al día profesionalmente", explica el maestro Ezkurra. Salió hacia París en enero de 1964, iniciando su aventura musical y espiritual. Después, el destino le llevaría a Roma, al Instituto Pontificio de Música Sacra, con los maestros Bartolucci y Renzi. Luego pasaría por Valladolid para regresar definitivamente a Bilbao, donde dirigió el coro de la UPV desde su fundación en 1977, hasta que se hizo cargo de la dirección en 1999 Enrique Azurza. Este viajero ha recorrido el mundo difundiendo la tradición musical vasca. Es autor de medio centenar de obras, composiciones propias y arreglos orquestales y corales. A la selva siempre le agradecerá las ganas de vivir que le infundieron sus habitantes y ellos siempre le agradecerán la pasión que les contagió por la música.