Vitoria. Hubo un tiempo en que las mujeres con vocación creativa tenían que disfrazarse para entrar a esos sancta sanctorum del pensamiento que fueron los cafés. Un tiempo en que sólo las hijas de artista tenían licencia -genética- para tomar el pincel. Un tiempo en que la única relación femenina con el mundo de la expresión llegaba bajo la condición de amante del autor o de imprevisible y estética musa.

Dylan no sabría a qué carta quedarse. ¿Los tiempos están cambiando o no? En las facultades de Bellas Artes, las matrículas de jóvenes autoras superan a las masculinas. Las colecciones de instituciones y particulares comienzan a enriquecerse con sus obras. Empiezan incluso a tener párrafos en esa historia del arte que negó su existencia pasada en las enciclopedias.

La normalidad consistiría en no hacer una muestra colectiva protagonizada por mujeres. Y, sin embargo, la Fundación Caja Vital propone hasta el 12 de junio Ellas. Creadoras de los siglos XX y XXI, donde cincuenta obras reivindican, celebran, resaltan, hacen patente que la fotografía del arte contemporáneo se revela también en femenino, mientras "se rinde tributo a todas aquellas que fueron silenciadas, que no pudieron exponer", apunta la comisaria, Marisa Oropesa.

Una de las autoras representadas en la muestra, la pintora bilbaína Inés Medina, observa durante los últimos años una "evolución espectacular" en la consideración del arte con sello femenino. Asegura que, en su tiempo, tuvo que viajar a Madrid "para ser reconocida" y, tras quince años en Estados Unidos, su regreso a tierras vascas lo ha realizado de la mano de un proyecto artístico para Emakunde. "Aún así, como artistas y como mujeres, todavía hay un nivel que no está del todo conseguido. El techo de cristal no se ha roto todavía para las artistas vascas, excepto para alguna silenciosamente protegida".

El interés de los fondos de los centros de arte por las artistas más jóvenes ha roto un "anterior vacío enorme" para cuyo equilibrio propone un modelo de museo con el que encontró en Washington, dedicado exclusivamente a mujeres. "Sería una forma de paliar los sucedido en las últimas décadas".

Su colega Concha Jerez aporta incluso datos para demostrar que "la situación todavía sigue siendo un problema". En el Reina Sofía, sólo un 4% de la colección permanente está realizada por mujeres. En la Real Academia de las Artes, dos son las féminas... Por 58 hombres. ¿Premios Nacionales? ¿Príncipes de Asturias? "Da que pensar. Algo será, pero con algo será no es suficiente, es hora de empezar a revisar, de que haya obra en los museos, que son las bibliotecas públicas del arte".

Concha expuso en 1994 en la galería Trayecto, una pista del poso que ofrecen las piezas de la muestra de Postas. Los códigos contemporáneos mandan en una selección que, de entrada, epata. Hay muchas técnicas clásicas de comunicación creativa. La imitación. La repetición. La negación. Suzy Gómez juega con la escala y con uno de los iconos prototípicamente femeninos para recibir al espectador. Un gigantesco bolso de cuero, que responde al título de Por amor II, se mueve entre lo referencial y lo irónico para engullir en su inescrutable fondo -aunque todos los bolsos parecen contener el infinito- todo ese arte olvidado y dispuesto a reventar los goznes de la caja de Pandora.

Una caja de la que emergen todas las disciplinas posibles. Desde el reto fotográfico a la gravedad del En tránsito de Naia del Castillo hasta el parpadeo latente del vídeo Visión (2) de Marina Nuñez. Desde la instalación Las consecuencias son claras de Itziar Barrio hasta el papel perforado de Dudando del momento perfecto, de Amparo Sard.

La escultura objetual se mueve entre el refinamiento formal y los brillos inquietantes. Ritual del instructor, de Darya von Berner, parece aludir a la dominación. Porque no había tiempo más que para partir cuando partimos, de Concha García, sumerge en el ensueño nada más encontrarse con su sesteo. Retrato imaginario de E. Satie, homenajea al compositor galo desde una pátina harto surrealista, un poco al estilo Magritte...

Eva Lootz, Raquel Monje, Ouka Leele, Carmen Calvo, Paloma Navares, Tamara de Lempicka, Olga Sacharoff, María Helena Viera da Silva, Cristina Iglesias, Marisa González, Inés Medina, Menchu Gal, Victoria Diehl, Itziar Barrio... Muchas son las miradas que confluyen en un recorrido que huye de generalidades, que muestra la multiplicidad de discursos -tantos como latidos- del universo femenino. Hasta uno de sus principales iconos, Frida Kahlo, está presente con un poema que dedicó a su inseparable Diego Rivera, unas fotografías tomadas por Gisèle Freund y la proyección de diapositivas que recogen su diario.

Entre las más finas piezas, entre las joyas de la muestra, merece atención especial la instantánea con irresistible fuerza pictórica y espiritual de la artista holandesa Desiree Dolron. La sexta mujer retratada en su serie Xteriors alude como el resto al trabajo de su compatriota Vermeer, con un revisitado uso de la luz que impide al visitante dejar de prestar atención al rostro que le observa.

"No sabía que era surrealista hasta que André Breton vino a México y me lo dijo". Afortunadamente, ya nadie tiene que decir a una mujer artista que lo es. Ni necesita disfrazarse. Lo complicado, quizás, es desnudar siglos de silencio y vestir esa ausencia -histórica, no presencial- de presencia. Quizás, en un mundo sin ese silencio, esta exposición colectiva nunca debería haber existido. Pero existe. Insiste.