SAN Sebastián es, sin duda, una de las figuras más recurrentes de la Historia del Arte. Desde hace siglos, la imagen del militar italiano que murió martirizado por defender sus convicciones cristianas ha dado origen a un sinfín de obras que abordan su figura desde los más diversos ángulos. La Sala Kubo-Kutxa acoge algunas de ellas desde hoy y hasta el 27 de marzo en la exposición San Sebastián. De lo sagrado y lo profano. Un imaginario contemporáneo, una propuesta que incluye 76 piezas de 45 artistas internacionales, entre los que figuran Jorge Oteiza, Néstor Basterrexea, Bill Viola, Darío Villaba, José Ramón Amondarain, Carmen Calvo o José Guinovart. Cabe resaltar, además, que algunas de estas obras han sido cedidas para la ocasión por la colección alavesa de Artium.

Los comisarios de la muestra son Fernando Golvano y Javier Balda, que en la presentación de ayer mostraron su extrañeza por la falta de antecedentes de exposiciones monográficas sobre el santo. Según apuntó Golvano, con la obvia excepción de Jesucristo, "pocos mártires y santos hay en la historia del cristianismo que hayan soportado una interpretación y una relectura tan abierta, dispar y heterogénea" como San Sebastián. En la sala donostiarra se pueden contemplar obras "que van desde la idea del martirologio, el sacrificio y el gozo de morir conforme a unos convicciones religiosas" hasta la "apertura a otras significaciones de carácter profano". "Había muchas posibilidades de organizar una exposición en torno al a figura del santo que tuviera esos significados de carácter místico, extático y religioso mezclados con lo transgresor, lo excéntrico, lo perturbador e incluso a veces lo abyecto", declaró el comisario.

La visita guiada para la prensa comenzó en la sala que acoge varias tallas antiguas que exhiben la vertiente más clásica del mártir asaeteado, con la pose habitual que le muestra atado a un tronco y con un brazo levantado sobre la cabeza. En el mismo lugar ya pueden advertirse obras de diferente signo, como los trabajos de Iñigo Ormazabal, Bill Viola y Patti Smith, que presenta una fotografía de la portada de la donostiarra Basílica de Santa María, que luce una escultura de San Sebastián.

En la sala principal el itinerario arranca en un gran óleo de Miguel Ángel Álvarez y prosigue con la pequeña escultura de cinc que Jorge Oteiza realizó en los años 50, cuando preparaba los apóstoles de Arantzazu. También hay un dibujo del santo firmado por Néstor Basterretxea. Son figuraciones de carácter sacro que dialogan con otras manifestaciones más transgresoras -algunas creadas ex proceso para esta cita- que muestran a San Sebastián como "una figura ambigua" cuya idea de sacrificio tiene más que ver con una idea del "goce" y con la "elección de identidades excéntricas u opciones sexuales no hegemónicas".

Y es que en los año 70 la comunidad gay se apropió del santo y lo convirtió en un icono empleado también para "celebrar la sexualidad". Así, la muestra contiene varios trabajos -especialmente los de Pierres et Gilles- que muestran al mártir como un atractivo y provocador joven, y también hay representaciones como los dibujos de Nazario que lo vinculan a prácticas sadomasoquistas y a un "narcisismo doliente".

Hay también versiones femeninas del mártir -Marcos López ha creado una Santa Sebastiana atravesada por agujas de hacer punto- y representaciones abstractas como la de Eugenio Ortiz. Otras interpelan directamente al espectador, como Joan Priego, que aporta la escultura de un mártir con una diana llena de dardos en su pecho o como Carmen Calvo, que ha clavado cientos de alfileres en el torso de un maniquí. La audacia y osadía de algunas propuestas quizá incomoden al público más pacato, como la gran escultura en la que Francisco Leiro muestra a un hombre empalado, o el fotomontaje en el que Bernardi Roig presenta a un San Sebastián con el pene repleto de flechas. Finalmente, la sala superior alberga las obras más satíricas. Es el caso de las piezas del Equipo Límite, de Juan Carlos Eguillor, Alfredo García Revuelta o Ramón Zurriarain, que ha ironizado con la figura del alcalde Odón Elorza convertido en un mártir moderno.

Todas y cada una de las obras constituyen, en opinión de Golvano, un posible "atlas" para acercarse a la figura de San Sebastián desde la tensión entre lo sagrado y lo profano.