DONOSTIA. El pasado septiembre, coincidiendo con la proyección del filme de Banksy "Exit through the gift shop" en el Zinemaldia, apareció en una pared de la Parte Vieja, junto a la falda del monte Urgull, una pintura en blanco y negro sin firmar, que dio pie a las especulaciones sobre el paso el misterioso grafitero por la ciudad.
Era indudable el sello Banksy en ese dibujo, aunque los responsables municipales que decidieron indultarlo se inclinaban más por la autoría de un seguidor o admirador del auténtico, que bien podría haber descargado la plantilla de la red.
De hecho, el mismo dibujo del hombre de mirada atenta figura en la página web del grafitero enmascarado, aunque no el marco, del que se hicieron en internet interpretaciones autóctonas. Los más críticos, o irónicos, lo vieron como un símbolo del vacío que esconde esta bella ciudad calificada por muchos como "marco incomparable".
Esa fue una parte del debate. La otra la abanderaron los grafiteros locales, molestos porque el Ayuntamiento había decidido preservar una obra en un municipio cuyas ordenanzas prohíben las pintadas.
El edil de Cultura, Denis Itxaso, dijo que se mantendría el grafiti por su interés artístico y que el arte callejero era "compatible" con la conservación del patrimonio mientras existieran unos límites.
Itxaso se pronunciaba así hace casi un mes, cuando al controvertido dibujo ya se le habían añadido algunas pintadas menos artísticas, detalles procaces a los que se sumaron luego palabras nada complacientes dirigidas a Banksy por parte de los enfadados autores del "street art" vasco.
Mientras esta situación llevaba a la total desaparición del "banksy", ahora cubierto con una capa de pintura municipal, el grafiti que representa a Odón Elorza vivía ajeno a una polémica que le ha servido además para conservarse impoluto.
Se trata de una imagen del alcalde socialista, vestido con la camiseta de la candidatura de Donostia como Capital Europea de la Cultura en 2016 y que, al estilo harrijasotzaile, sujeta una pesada piedra en la que se lee "cultura y capital".
No está junto al monte, sino en la ribera del Urumea, donde no ha sufrido en estas semanas las iras grafiteras de su compañero "banksy", quizá por respeto a un autor de la tierra o porque ha pasado más inadvertido.
Su supervivencia depende ahora de la buena voluntad de los artistas locales y, en último caso, de que el consistorio abra un poco más su mano indulgente si considera que esta imagen tiene también un interés artístico.