Los relojes de las pantallas se desintegraban y la música enlatada del Space Oddity de David Bowie servía de colosal prólogo al concierto de U2, que regresó al estadio de Anoeta cinco años y un mes después de su primera incursión donostiarra.

Arrancaron con un tema instrumental, inédito, Return Of The Stingray Guitar, que dio paso a uno de los grandes hits de la última época del grupo irlandés, Beautiful day, durante la que Bono se paseó por el escenario circular con andares chulescos. Continuaron con la atronadora I will follow y con dos piezas de su último disco, Get on your boots y Magnificent, en los que las pasarelas móviles del descomunal escenario comenzaron a desplazarse permitiendo a los músicos acercarse más al público. Siguieron con Mysterious ways, uno de los temas del que posiblemente sea su último trabajo redondo, Achtung baby.

Con el estribillo de Elevation, Bono hizo que todo el estadio aullara unido y, después, se puso apocalíptico con Until the end of the world. El juego de pantallas gigantes lo registraba todo con una muy buena realización televisiva, que logró que los espectadores situados en las localidades más alejadas del escenario no perdieran comba.

En el primer speech recordó que esta gira empezó el año pasado en Barcelona; entonces, explicó, el tour era un bebé y, ahora, ya es un adolescente. También buscó vínculos entre Irlanda y España -"los dos países somos muy creativos"- y no se olvidó de la victoria de la selección de fútbol en el Mundial de Sudáfrica. Tras su -largo- discurso, llegó la primera dosis de Joshua Tree, el quinto álbum de estudio de la banda irlandesa, que contiene varios himnos, entre ellos el que sonó a continuación I still haven"t found what I"m looking for. Bono dejó al público terminar la canción a capella, convirtiendo el estadio en un gran orfeón de 45.000 voces.

El set list, con variaciones mínimas respecto al resto de la gira, siguió con Mercy e In a little while, en la que Bono invitó a una joven a caminar en el escenario con él, pero no logró articular palabra por la emoción.

Unas imágenes grabadas de los tripulantes en la estación Mir introdujeron la hermosa Miss Sarajevo en la que Bono se convirtió, por unos minutos, en un aplaudido tenor, emulando a su amigo Luciano Pavarotti.

En City of blinding lights las pantallas mutaron en cilindros cegadores y el tradicional Uno-Dos-Tres-Catorce disparó la indispensable Vertigo. I"ll go crazy if I don"t go crazy tonight ... convirtió el estadio de fútbol en una macrodiscoteca, para lo que Larry Mullen cambió su set de batería por un timbal africano.

El momento reivindicativo de la noche llegó con el himno Sunday Bloody Sunday, convertido en una canción de apoyo a Irán y su revolución verde, color que tiñó las luces del escenario.

En el siguiente tema hubo guiños a la presa birmana Aung San Suu Kyi, líder de la oposición prodemocrática, que lleva en arresto domiciliario initerrumpido desde 2003. Unas imágenes y la dedicatoria de la canción la recordaron.

Bono volvió con la guitarra para interpretar la delicada One, mientras se proyectaban imágenes antiguas de la banda irlandesa, grabadas en super 8. La épica Where the streets have no name avanzó rabiosa a golpe de los riffs de The Edge, en lo que fue uno de los momentos más emocionantes de la noche.

Y cuando se cerraba esta crónica de urgencia, al filo de la medianoche, sonaban los tres bises previstos: Hold me, thrill me, kiss me, With or without you y Momento of surrender.