sIN lugar a dudas los reportajes en televisión tienen en el momento presente una dimensión extraordinaria, tanto en programas específicos como en la construcción de cualquiera de los programas de las cadenas, que han hecho del vídeo un microelemento narrativo fundamental para construir la historia de cualquier producto, sea informativo o de entretenimiento. Desde el punto de vista de la construcción narrativa de un programa informativo, tipo telediario o similares, la batería de vídeos previamente producidos y grabados con los contenidos de las distintas y variadas informaciones es fundamental para la correcta continuidad del relato, al que solamente el presentador de turno tiene que acoplar los textos de continuidad para dejar el espacio ordenado y presentado para la oportuna emisión. La planificación de un producto diario de esta naturaleza se asiente en un listado de vídeos que contienen las noticias que mostrarán la actualidad según el punto de vista de cada cadena, siendo éstos puntos referenciales en el desarrollo del programa. Los vídeos son el elemento más significativo a la hora de diseñar un programa, desde Sálvame hasta las noticias de Ana Blanco. En el caso de la televisión pública estatal desasistida de los spots publicitarios para la continuidad, los vídeos sirven para hacer las transiciones de programa; estos eslabones de engarce narrativo son piezas docentes e ilustrativas de una variada gama de asuntos, en ocasiones de gran calidad audiovisual. Construir un vídeo, una píldora informativa, requiere de habilidades en el enfoque inicial, selección de imágenes, cuidado del ritmo y resolución final con acompañamiento de voz o música. El manejo eficaz de estos elementos hace del vídeo una perla televisiva de extensiva producción. La frase más escuchada en una sala de realización televisiva es aquella de ¡Dentro vídeo!