madrid. La extraña relación entre el conquistador Hernán Cortés y el emperador Moctezuma, que terminó con la conquista de México, es abordada por el estadounidense Buddy Levy, en tono de novela, en Conquistador. "Es una lectura amena, no seca y pesada como la mayoría de los textos sobre historia; me gusta hacer de ella algo emocionante y disfrutable, pero apegándome a la realidad", dice Buddy Levy a Efe.
A través de 22 capítulos, el escritor y periodista aborda la Conquista desde la impresión que tuvieron españoles e indígenas en el momento en que Hernán Cortés llegó a las costas mexicanas. Levy, que centró su atención en el periodo comprendido entre 1519 y 1521, narra cómo un "advenedizo" Hernán Cortés se aventura desde Cuba a México en pos de encontrar nuevos territorios, en un viaje financiado por Diego de Velázquez. Levy utilizó la palabra advenedizo en referencia a "una persona que, desde una posición humilde, aumenta de manera súbita su riqueza y poder", porque Cortés fue eso, ya que su llegada al poder ocurrió "demasiado pronto".
La ambición de Cortés lo lleva a realizar en nombre de Carlos I -rey de España- una serie de movimientos para conquistar a un pueblo que hasta entonces había dominado Mesoamérica y que fue víctima de su propio fanatismo religioso, el divisionismo y la desventaja que tuvo ante las armas de fuego y los caballos. Conquistador retrata la extraña química surgida entre Cortés y Moctezuma, el soberbio tlatoani (emperador) de Tenochtitlan -capital azteca-, quien a lo largo de la historia ha sido duramente criticado debido a su actitud pasiva y temerosa ante los españoles. El propio autor asegura que el momento en que ambos se reunieron en el centro de México podría definirse como "el nacimiento de la Historia moderna". "Pocos sucesos en la historia han tenido tantas implicaciones: la propagación de enfermedades y la aniquilación de un pueblo a manos de otro".
dobles caras La relación entre Cortés y Moctezuma provocó sentimentos encontrados entre ambos, aunque más acentuados por el lado del azteca, quien quizá padeció una especie de síndrome de Estocolmo. El soberano indígena sabía que la presencia del conquistador no era benéfica para su imperio; sin embargo, la creencia en que podría ser uno de los teules (dioses) que las profecías mencionaban, lo hacía dudar y a la vez admirarlo. Ésta es una de las claves propuestas por Levy, quien narra cómo el español crea un plan para utilizar este fanatismo religioso y formar alianzas gracias a una doble cara mostrada ante cada una de las tribus con las que contactó en su paso hacia Tenochtitlan. "La habilidad política de Cortés para comprender la situación entre los aztecas y las tribus a las que éstos subyugaban fue crucial; no habría triunfado sin la ayuda de estas tribus", advierte Levy.