No es un aviso, sino una condición total al canalla de su padre. Si la curada Britney Spears no recupera pronto su libertad, tardará (y mucho) en volver a subirse a un escenario. ¡Punto y final! ¡No hay más que negociar! Así de contundente se mostraba esta semana la cantante más famosa de los 90 y 2000. Una Spears absolutamente rota ante la negativa de su padre de retirar de una vez por todas su tutela legal, la cual ejerce desde hace más de trece años sobre todos los aspectos de su vida: controla su intimidad, sus finanzas y hasta el calendario de actuaciones. Algo ante lo que ella, y sus fans, parecen haberse rebelado por fin. De hecho, desde el pasado mes de junio se multiplican en Estados Unidos las manifestaciones bajo el ya internacional lema #FreeBritney. ¿El objetivo? Conseguir su ansiada libertad.
De hecho, la artista ya no se corta un pelo al hablar de su familia, y acaba de anunciar en Instagram ante 31 millones de seguidores que no realizará ninguna actuación más hasta que pueda volver a tomar las riendas de su divertida existencia. "No me voy a poner un montón de maquillaje y ensayar, ensayar y ensayar para volver a interpretar remixes de mis canciones pasadas cuando estoy rogando para que pongan mi nueva música en un espectáculo. Así que de momento lo dejo", ha exclamado tajante en redes sociales.
Y la verdad, reparte para todos. "¡No me gusta que mi hermana se presente a una ceremonia de premios e interprete mis canciones! El supuesto equipo de apoyo me ha dañado enormemente. Esta tutela ha matado mis sueños, así que todo lo que tengo es esperanza, la esperanza es lo único en este mundo que es muy difícil de matar", ha escrito en un largo mensaje en Instagram. Todo ello después de que haya acudido a la Justicia para acabar con dicha tutela, un mecanismo reservado para personas gravemente incapacitadas y que se supone que no pueden hacerse cargo de sí mismas. Una realidad que para nada describe desde hace tiempo a nuestra Britney.