Un sujeto: Sandra Barneda; un adorable animal: su perro Nash de raza Jack Russell; y una atractiva moraleja: nunca te creas más lista que el resto. ¿El motivo? Al final aterrizará Paco con las rebajas y te pillarán. Esto es precisamente lo que le ha ocurrido a la famosa periodista telecinquera, que debe estar hasta el mismísimo moño (como todos nosotros) de tan prolongado encierro. Pero las normas son las normas, y el Ejecutivo las ha redactado para cumplirlas. Incluso para quien gasta carácter fuerte, altivo y rabioso. Una forma de ser que ni en tiempos de pandemia te salva de protagonizar la salida perruna más gloriosa y célebre de la cuarentena. ¡Guau, guau!
Así al menos lo detallan esta semana las malas lenguas en las revistas del corazón, al afirmar que Barneda y su perro desataron este pasado abril un percance con la policía madrileña. Al parecer, mientras paseaba a Nash sola, con guantes y mascarilla (máxima protección ante todo), dos agentes le pararon, le solicitaron la identificación y le advirtieron de que "estaba excediendo tanto el tiempo de salida como la distancia con respecto a su domicilio". Vamos, un apaño irregular en toda regla, pues la normativa es clara: un par de vueltas a la manzana, pipí, popó, y vuelta al hogar. Y la presentadora lo sabe bien desde el inicio del estado de alarma.
Pero esta vez (tendría mal día) para nada estuvo de acuerdo con dicha apreciación policial y mostró (como bien acostumbra en plató) su discrepancia. Una respuesta al más puro estilo Supervivientes que no gustó a los agentes, quienes además la multaron (atención)... ¡por desacato! Recetita que puede ascender hasta los 3.000 euros en el peor de los escenarios.
Por todos son conocidos los rumores que describen el afamado mal genio de la catalana. Hace meses, incluso, se escribieron ríos y ríos de tinta sobre la posible (y nunca demostrada) denuncia de una productora que "se negaba a trabajar con ella por las graves dificultades derivadas de su compleja forma de ser". La cita nunca encontró nombre ni apellidos, pero la duda impregnó el ambiente. Ahora, sin libertad y sin Nagore (la colaboradora, que es asmática, vive aislada en su piso), parece que han retornado sus conocidas malas pulgas.