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Gaza: sí es un genocidio

A pesar de que, a la hora de escribir estas líneas, 156 países reconocen en la ONU, por abrumadora mayoría, el estado palestino, frente a 10 en contra (no hay que imaginarse quienes), el derecho a veto de Estados Unidos impide cualquier reconocimiento oficial, por lo que se queda en un acto simbólico. Así y todo, era muy indicativo. Puede que no sea una solución mágica, de llevarse a efecto; que la relación entre israelíes y palestinos, como pueblos vecinos, estaría llena de tensiones y periodos conflictivos pero, al menos, los territorios palestinos estarían bajo el amparo de la ONU. No sería tan sencillo para Israel actuar de una manera tan desatada como lo está haciendo actualmente. Por desgracia, incluso así también sería una utopía envuelta de una frágil esperanza de paz y convivencia. De momento, lo único cierto es que los palestinos siguen padeciendo el horror, en manos de un Ejército israelí que persigue con saña a Hamás mientras pisotea abiertamente el derecho internacional y la garantía de proteger a la población civil en tiempos de guerra.

Un reciente informe de la Comisión Internacional Independiente de la ONU, encabezada por Navi Pillay, exAlta Comisionada de los Derechos Humanos en la ONU y jueza del Tribunal Penal Internacional de la Haya para Ruanda, sentenciaba sin ambages: lo que se está produciendo en Gaza es un genocidio. Este grupo de trabajo comenzó su andadura en 2021, y ha ido recopilando información sobre todo lo que está sucediendo en esta supuesta operación militar. Tras un análisis de los testimonios y los efectos, concluye que tanto por la intención como por los actos materiales se puede definir este horror como lo que es. Y eso que la investigación no aborda los hechos que se están produciendo en Cisjordania, aunque tampoco la masacre del 7 de octubre, que dio lugar a los posteriores acontecimientos. Si bien, se reconoce el dolor de la sociedad israelí por la masacre, pero sin justificar la reacción posterior.

Ahora bien, los sucesos del 7 de octubre, matizaba, han sido “manipulados despiadadamente” por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y sus aliados (EEUU) para impulsar sus políticas homicidas. En todo caso, las cifras de tanta brutalidad son sumamente elocuentes. Desde octubre de 2023 y julio de 2025, se han producido 60.199 víctimas mortales gazatíes (a las que habría que añadir a los heridos), entre las cuales llama la atención el alto número de niños, 18.430, y mujeres, 9.725. Otro dato que aportan y que resulta escalofriante es que la esperanza de vida ha pasado de 75,5 años a 40,5. Por lo tanto, se ha desplomado. Los números no recogen todo lo que hay, ya que este altísimo número de bajas civiles responde al hecho de que el Ejército israelí ha actuado de una manera sumamente destructiva sin distinguir a blancos legítimos de los que no lo eran, arrasando todo a su paso, “con el objetivo de causar el máximo daño” posible. Esas eran las instrucciones de los mandos a la tropa. Del mismo modo, no se ha librado de tanta brutalidad ni el personal humanitario, segando la vida de 400 trabajadores de la ONU, ni, por supuesto, periodistas, otros 210 que hay que sumar a esta amarga lista negra. Israel, pese a todo, prosigue con su cruzada particular contra Hamás que encubre la verdadera naturaleza de una campaña cuya misión principal es destruir toda voluntad futura de independencia de los palestinos. Netanyahu ha dejado de ser dubitativo. Si hasta hace unas semanas todavía le afectaba la presión de las familias de los rehenes en manos de Hamás, ya no. No le importa recoger cadáveres. Se ha decidido a llegar hasta el final y, aunque no tengamos claro cuál es ese final, en la punta está acabar con Hamás y, a continuación, apoderarse de Gaza.

Hay quien advierte que lejos de acabar con el grupo terrorista lo único que va a hacer es espolear más el radicalismo. No se sabe. Cierto es que Israel está provocando un daño tremendo a Hamás, cercenando la vida de sus dirigentes allí donde se esconden. A buen seguro habrá debilitado de forma considerable su anterior estructura de mando. Pero… eso no implica que no pueda emerger otro grupo más fanático si cabe. Recordemos Múnich y Septiembre Negro. El terrorismo palestino se volvió más brutal a medida que se iba acabando con los líderes de aquella facción. Sin embargo, lo que ni Netanyahu ni su gabinete reconocerán es que estas operaciones son genocidio en toda regla, porque no respetan a los civiles. Hay quien culpa a Hamás de que utilice a los gazatíes como escudos humanos. Es verdad. Si estamos hablando de un grupo fanático, no le importará sacrificar a quien sea por la causa. Pero un Estado de derecho no puede actuar de la misma manera. Tiene la obligación de distinguir a inocentes de culpables. Como esa es una labor casi imposible, el Ejecutivo hebreo ha decidido arrasarlo todo. Y su resultado ya lo vemos. Las imágenes de Gaza son dantescas. Si los bombardeos han pulverizado la Franja, cada día que pasa es un poco más, reduciendo el territorio a polvo. La desesperación y el caos abruma a unos gazatíes que ya no saben dónde dirigirse para estar a salvo.

La toma de la Ciudad de Gaza, el último baluarte de Hamás, ha llevado a que miles de desplazados hayan decidido quedarse. Llevan vagando desde hace meses. No hay una zona segura y los israelíes lo atacan todo. A veces, a convoyes humanitarios, otras a civiles en retirada. Otros miles, en cambio, se desplazan en una gran columna hacia el sur, a Al Mawasi, ignorando qué van a encontrarse. Según Netanyahu, la toma de la urbe gazatí es el último acto de este infierno, porque es un símbolo para Hamás, su Stalingrado. Quiere cumplir con su misión, pese a quien pese; a la ONU, a los gazatíes y a las familias de los cautivos. El tormento del hambre y la destrucción no cesa pues sigue sin llegar la ayuda humanitaria esencial. Y lo peor es que el analista Yossi Melman acusaba a Netanyahu de prolongar las operaciones innecesariamente, por pura estrategia política, afirmando que Hamás quedó destruida hace meses. Si es así, escalofriante. l

Doctor en Historia contemporánea