Si Wall Street fuera una película, esta semana habría sido un thriller de esos en los que no sabes si reír o llorar. Todo comenzó con el señor de la Casa Blanca. Donald Trump, en su eterna cruzada por hacer de la economía un espectáculo circense, lanzó una de sus habituales perlas y los mercados reaccionaron como si acabaran de ver un fantasma.
Las bolsas, tan sensibles como un influencer sin likes, se desplomaron en sincronización. Los inversores entraron en pánico, los gurús de las finanzas empezaron a hablar en lenguas muertas y, como siempre, los pobres mortales solo supimos que nuestro fondo de pensiones ahora vale menos que un café con leche.
Pero lo mejor estaba por llegar. Si hay un hombre que puede hacer temblar los mercados con una sola acción, ese es Elon Musk. El magnate de los cohetes y los tweets crípticos decidió hacer lo impensable: saludar. Pero no cualquier saludo, sino uno que muchos interpretaron como un gesto propio de una película de la Segunda Guerra Mundial. Mientras presentaba su nuevo cohete, Musk levantó el brazo en un ángulo sospechosamente polémico, desatando una tormenta en redes y, por supuesto, en la bolsa.
El mercado reaccionó como si Tesla hubiera anunciado que ahora fabricará carros de caballos. La acción cayó en picado, los accionistas entraron en modo crisis y Musk, fiel a su estilo, se limitó a hacer memes sobre el asunto. Mientras tanto, los analistas intentaban explicar lo inexplicable: ¿Error? ¿Mensaje oculto? ¿Otra excentricidad?
Mientras las bolsas caen por esta combinación de egos y errores, en Europa se debate cómo pagar el rearme. Las propuestas son las de siempre: relajar reglas fiscales, préstamos, subir impuestos (idea de Francia y Estonia) o la española de no devolver el dinero.
Francia, gran productor de armas, quiere fortalecer su industria. España, sin presupuestos aprobados, busca que la UE emita deuda conjunta. En este juego de intereses, la UE se transforma mientras Trump amenaza con aranceles y, paradójicamente, impulsa la creación de una industria armamentística europea.
Bienvenidos a la economía del siglo XXI: donde un saludo hunde mercados, Tesla cae por un gesto y Trump sigue manejando los hilos sin estar en el despacho oval. ¿Realmente esto es inteligente? Cada vez entiendo menos, y lo que parecía ser el gurú de la economía, me parece un patán que funciona por espasmos.