en la residencia tienen las teles puestas toda la tarde. Grandes teles que centran la atención y a las que miran las butacas. Unas veces se ve la programación del día, tertulias, películas o partidos y otras, conciertos grabados. El otro día fue uno de rancheras.

Era San Fermín y Antoniutti se veía a rebosar de gente de todas las edades. La cámara daba fe del conocimiento prácticamente universal de las letras. Las rancheras tienen algo. Es como si fueran una prenda de talla única que a todo el mundo le viene bien en algún momento. Miles de espectadores taurinos llevan muchos años siendo el rey a pesar de estar afuera. Qué atractiva esa romantización de la derrota, casi parece una victoria ¿verdad? Eso nos viene de perlas. Vale para poder y para no poder, para estar y para no estar y para considerar la tristeza y las lágrimas ajenas como recompensa. El Rey es una pequeña filosofía manejable. Peligrosa también.

Como nos sabíamos muchas letras, fuimos cantando conforme se desarrollaba el concierto. Una buena tarde. Casi al final, llegamos a una pieza menor que no replicamos, lo que agradecí, pero sí reconocí porque siempre me ha irritado. No tiene la épica ni el desgarro de las clásicas, es juguetona, saltarina, casi inocente. El protagonista empieza preguntado a una chica si no le da miedo estar sola, reconoce que él lo puede producir para terminar afirmando que le acabará gustando. Suena a amenaza. Buscando novia, se titula. Una canción que si eres mujer te hace sentir incómoda a poco que le des media vuelta. Me pregunto si todos los acosadores y agresores tienen instalada la errónea conciencia de que van a gustar. De que solo hay que superar algún escollo inicial. Esta idea que está en la cultura más convencional.