Decía el periodista y ensayista Xavier Más de Xaxás en una entrevista: “La herramienta tecnológica ha sido abducida por el poder autoritario. Ya no es una herramienta democrática al servicio de todo el mundo, sino de los algoritmos que manipulan la información”. Lo vimos con Facebook. Lo hemos visto con Twitter, ahora X. Lo estamos viendo con el resto de las redes. De foros donde intercambiar libremente información, ideas o entretenimiento, a sumideros sin control desde donde se envenena y abduce, siempre en la misma dirección. En el mejor de los casos, ferias donde la mercancía es el propio usuario. La victoria de Trump en Estados Unidos, rodeado de los principales magnates tecnológicos, es a la vez consecuencia y símbolo del triunfo previo de la mentira y la inmoralidad sobre la verdad y la conciencia en las redes. Desde antes de las elecciones estadounidenses ya se estaba fraguando una huida de muchos usuarios de las mismas a puertos más amables, como Mastodon o Bluesky, no sólo en los EEUU, también en Europa, pero no parece claro que sea ésa la solución al problema. Las pretensiones y las maneras de la nueva presidencia norteamericana están ya poniendo a prueba la solidez y solvencia del proyecto europeo. O súbdito o enemigo, el nuevo líder no parece dispuesto a plantear de otra forma sus relaciones con terceros. Está por ver cuál va a ser la respuesta del viejo continente, la sumisión cómplice, o el reforzamiento de un espacio propio inspirado en los valores democráticos esenciales, lejos pues tanto de Trump como de lo que representan gente como Putin o Xi Jinping. Por la cuenta que nos trae, ojalá la apuesta sea esta última. En ese contexto, cada vez más voces claman por la creación de una red social pública europea. O varias. No entiendo como no se ha planteado nunca hasta ahora. Ya vamos tarde.