Vaya por delante mi más sincera enhorabuena a Joxerramon Bengoetxea, vencedor en buena lid de las elecciones al rectorado de la universidad pública de la demarcación autonómica. Con los últimos cambios reglamentarios, le aguardan seis años improrrogables de mandato para convertir en hechos contantes y sonantes sus muchas y muy ambiciosas promesas de campaña. Sin intención de ser agorero, algo me dice que el día a día le irá demostrando al muy capacitado catedrático de Filosofía del Derecho que no es lo mismo llenar un programa de aspiraciones que llevarlas a cabo. Especialmente, si, como opino que ha sido el caso, en la campaña se han adquirido compromisos cuyas posibilidades de realización trascienden la mejor de las voluntades al expresarlas. Por lo demás, creo que tampoco sería justo pasar por alto que el punto de partida es muy alto. Sin negar que haya abundantes elementos de crítica, la institución que deja la ayer derrotada en las urnas Eva Ferreira goza de muy buena salud. Los que, como servidor, guardamos por ahí un título obtenido hace tres decenios, somos conscientes (o deberíamos serlo) del salto espectacular que ha dado desde entonces aquella entidad bajo sospecha (cómo olvidar los anuncios de trabajo con la coletilla “abstenerse licenciados en UPV”) que hoy figura en lugares de privilegio en las listas de los centros de enseñanza superior más valorados del mundo. Eso es así, en muy buena medida, gracias a la convicción y a la entrega de las personas que en los últimos treinta años se han sentado en la incómoda silla rectoral. Mi reconocimiento para Pello Salaburu, Iñako Pérez Iglesias, Iñaki Goirizelaia, Nekane Balluerka y, por descontado, Eva Ferreira, que han dejado un listón altísimo al gran equipo que encabeza Joxerra Bengoetxea. El reto de los vencedores no es ya mantener sino mejorar los logros de quienes los han precedido y hacerlo por encima del bastardeo de las siglas políticas. Aplaudiré si es así.
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