Me contó Eneko Andueza en la entrevista que le hice en julio que optó por no entrar al gobierno de coalición porque quería mantener “un discurso más autónomo”. La traducción de esas palabras, como yo mismo le insinué aunque él me lo negó, es que desde fuera del Ejecutivo tendría las manos libres para practicar una actividad que al secretario general de los socialistas vascos le gusta casi tanto como los toros, a saber, atizar al PNV con lo gordo de la minipimer dialéctica. Es obvio que como consejero y vicelehendakari (y menos, recién iniciada la andadura del gabinete Pradales), Andueza no se podría permitir ir de entrevista en entrevista acusando a su socio de gobierno de estar en el monte identitario junto a EH Bildu para sacar a Euskadi de España y, ojo al dato, de Europa. Tal cual lo dijo anteayer en Euskadi Irratia el eibartarra ahora afincado en Portugalete. Claro que lo que llegó a los titulares de esa conversación no fue la cantinela tantas veces repetida sino la advertencia (pueden leer amenaza) de romper el pacto con los jeltzales en Lakua y en las principales instituciones vascas si el partido liderado por Andoni Ortuzar le daba mala vida a Pedro Sánchez. Para ser honestos, tampoco lo afirmó categóricamente. Fue algo más sutil. Coma arriba o abajo, vino a decir que si cambiaba la relación del PNV con Sánchez, eso influiría en la que mantienen en Euskadi PSE y la formación de Sabin Etxea.

Me consta que estamos, una vez más, ante declaraciones de fogueo o, cambiando la analogía, frente a una sangre de atrezzo que ahora mismo no va a llegar al río. Ni a los socialistas vascos ni mucho menos a Pedro Sánchez (no es casual que mañana se vaya a reunir con el lehendakari Pradales por segunda vez en menos de dos meses) les conviene estar a malas con el partido que, más de una vez tragándose desplantes groseros, ha venido sosteniendo al inquilino de Moncloa. En todo caso, cabría que Andueza supiera que es mejor no jugar con la porcelana cara.