Si a estas horas de la película no se han enterado de que nuestros vecinos aragoneses han tenido un caso de malaria, nuestros vecinos salmantinos de Crimea-Congo y los andaluces siguen con la fiebre del oeste del Nilo, pues ya se han enterado; y como dice el dicho, “cuando las barbas de tu vecino veas afeitar…”.
No trato de alarmarles; solamente es una crónica anunciada desde hace tiempo. Es cuestión de días, meses o de otro pequeño cambio de clima. Hace mucho que venimos hablando de que las condiciones del clima están cambiando y hay seres vivos que ya se están adaptando a las nuevas situaciones. Entre ellos, también están los vectores de enfermedades, tanto invasores como autóctonos, y viendo la velocidad a la que se están produciendo los cambios en el clima, su presencia dejará de ser anecdótica y en breve pasaremos a hablar de ellos con más frecuencia.
Si los vectores de enfermedades son capaces de adaptarse, cómo no lo vamos a hacer las personas. Desde hace ya siete años, en el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa estamos trabajando en el proyecto integrado y transversal Life-IP-NAdapta-CC, de adaptación al cambio climático. Diferentes profesionales de la medicina, biología, farmacia, veterinaria, agronomía, montes, física y un largo etcétera (que me perdonen si no nombro alguna disciplina) están trabajando de forma coordinada e integrada para adaptarnos a las nuevas condiciones climáticas. No es fácil dar con la fórmula mágica, pero estamos llegando a algunas conclusiones muy interesantes, como que la adaptación viene de la mano de la biodiversidad.
Diversidad de cultivos, porque nos tendremos que adaptar a nuevas formas de agronomía derivadas de las condiciones de clima cambiantes. Diversidad de especies de flora y fauna para que el impacto de las enfermedades sea menor. Diversidad en las formas de vivir, en nuestros hábitats, hábitos e incluso en nuestros transportes. Sin darnos cuenta, vivimos ya en una aldea global y hay poca diferencia con los hábitos y formas de vivir de nuestras antípodas. Dicen que en la variedad está el gusto, y posiblemente también nuestra forma de sobrevivir.
Al comienzo de este artículo les he mencionado tres enfermedades transmitidas. La primera, por un mosquito del género Anófeles; la segunda, por una garrapata del género Hyaloma, y la tercera, por otro mosquito Culex. A excepción de este último, por suerte la presencia de estos vectores en Navarra es hoy residual. Pero créanme que con el tiempo se harán visibles. Lo mismo decíamos del famoso mosquito tigre, que no era de nuestras latitudes, pero ya lo hemos adoptado como navarro y le estamos haciendo un marcaje muy de cerca desde el Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra (ISPLN) y el Laboratorio Agroalimentario de Villava, dentro del marco del proyecto Life-IP-NAdapta-CC.
El seguimiento del mosquito tigre es un claro ejemplo de cómo debemos afrontar la aparición de las enfermedades vinculadas al cambio climático y, por ende, transmitidas por vectores. Debemos aplicar los preceptos que en términos sanitarios se conoce como One health (Una sola salud). Este concepto recuerda que la salud humana, la sanidad animal y el medio ambiente son interdependientes y requieren un planteamiento global de colaboración, en aras a la llamada salud planetaria. Así, muchos profesionales tienen vinculación con la salud de las personas: unos se ponen al servicio de proteger, prevenir y mejorar la salud humana; otros, al cuidado de las enfermedades animales que protege a las personas, y lo mismo podemos decir de quienes cuidan de los ecosistemas de la fauna y flora. Todo interrelacionado.
Les podría poner muchos ejemplos de estas colaboraciones, tales como el seguimiento que estamos haciendo de la enfermedad del oeste del Nilo (West Nile), trasmitida por la picadura de otro mosquito (Culex pipiens) y que afecta a aves (salvajes), caballos y, cómo no, al ser humano. La colaboración entre biólogos y veterinarios –en el estudio de hábitats del mosquito, diagnóstico de aves muertas o enfermedad en caballos– puede prevenir posibles casos en las personas. También les podría hablar de la Influenza aviar, que se mueve de un continente a otro por medio de aves migratorias –cuyas rutas están muy influenciadas por las condiciones climáticas–, que afecta a nuestras aves domésticas y, esperemos, no afecte en forma de epidemia a los seres humanos.
Quisiera finalizar la película que les he empezado a contar al principio de este artículo con palabras de esperanza. Aunque nuestra vida va a ir cambiando –siempre lo ha hecho–, lo preocupante es la velocidad a la que lo está haciendo, pero los seres humanos estamos aprendiendo a adaptarnos a las nuevas condiciones con soluciones innovadoras. Estas soluciones vienen de la mano de profesionales de distintos ámbitos que, día a día y con la ciencia por bandera, avanzan en la protección de nuestra salud; animal, medioambiental y, por supuesto, la salud humana. l
Veterinario y coordinador del proyecto Life IP-NAdapta en el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa