El éxito de un programa de tele radica en su mayor permanencia en antena siendo capaz de calar en el gusto de amplias mayorías de seguidores que se convierten en fieles adoctrinados de presentadores, actores y personajes. La permanencia en antena es garantía de que la máquina de hacer entretenimiento funciona a lo largo del tiempo, y así se convierte el producto en anzuelo de programación y éxito y pilar de los triunfos de las cadenas en liza. Y así los espacios que funcionan se enganchan al carrusel y las temporadas se suceden sin solución de continuidad. Es lo que está sucediendo con el programa Casa de citas, primeros encuentros amorosos de quienes buscan con el método cutre el amor de sus amores emparejándose con mayor o menor fortuna. El programa conducido por el madurito presentador, y estas temporadas triunfales tienen una clave: la tele copia de la vida misma, de las características de los participantes, que sin trampa ni cartón se entregan a la tarea de encelar a Cupido en pelea a pecho descubierto. Es un programa de factura sencilla, fácil de producir y seguir, con los espectadores tomando partido por el par de tortolitos emparejados que quieren encandilar al acompañante de turno. Temporada tras temporada el éxito televisivo da excelentes resultados a bajo coste. En esa carrera por la permanencia se encuentra otro éxito para todos los públicos. Zapeando está en la carrera por mantenerse en un formato bien distinto del de Casa de Citas. Media docena de personajes de la tele se enfrentan a la tarea de seguir al conductor de este enloquecido espacio, con acierto y gracejo en los atardeceres de la tele que juega con esta cuadrilla de actores enganchados por la magia de la tele convencional.
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