Esta semana Estrasburgo ha sido testigo de la celebración del último pleno del Parlamento Europeo en la legislatura 2019-2024. Cinco años repletos de acontecimientos poco previsibles, que han puesto a la Unión Europea en la tesitura de tomar decisiones históricas para mantener el proyecto comunitario. Empezamos obligados a negociar un divorcio con el Reino Unido tras el brexit, después la pandemia de la covid-19 nos situó ante la mayor crisis humana y económica vivida desde la II Guerra Mundial y, para después tenernos que enfrentar a nuestros demonios geopolíticos con la invasión por Putin de Ucrania y la enésima reedición del conflicto en Gaza. Nada ha sido fácil en este lustro, pero se ha dado respuesta a todo y además se han emprendido reformas legislativo de enorme calado como el Pacto Verde o la Ley de Inteligencia Artificial, pionera en el mundo.
Acierto en el ‘brexit’
Venía la UE tocada de credibilidad entre los ciudadanos europeos después de la errónea respuesta dada a la crisis del euro provocada por la caída de Lehman Brothers. Aquel austericidio incoado desde Alemania, supuso mucha pobreza en países que estaban lejos de la renta per cápita media europea, que nada tenían que ver con el desastre financiero surgido a miles de kilómetros en Wall Street, pero que pagaron el mayor precio de aquella estafa mundial. Sin embargo, cuando los británicos en las urnas decidieron libremente abandonar la Unión, la respuesta del resto de los 27 socios sorprendió porque no hubo fisura alguna a la hora de plantar cara negociadora ante Londres. Bruselas defendió los intereses comunitarios con firmeza salvaguardando los intereses del mercado interior y poniéndoselo muy difícil al Reino Unido, que es quien por el momento ha sufrido las peores consecuencias de la ruptura.
Gran gestión de la pandemia
Cuando la enfermedad desconocida empezó a recorrer el territorio de la UE, cada uno tuvo la tentación de mirar para otro lado y pensar que de esta se salía cada uno por libre. Pero cuando realidad de la pandemia extendiéndose como un manto de muerte por todas las capitales de Europa nos despertó, la respuesta de las instituciones europeas y de sus gobiernos fue modélica. Primero garantizando la repatriación de los ciudadanos europeos para confinarse cuanto antes en sus hogares. Después invirtiendo conjuntamente en la compra de equipos imprescindibles para sobrevivir y de vacunas, en las que la propia Unión había invertido decisivamente para su descubrimiento. Pero fue aun mejor la solución arbitrada entre todos para recuperar una economía que había sido asolada por la inactividad provocada por la covid-19. Los fondos Next Generation EU, una verdadera mutualización de deuda entre todos los europeos, ha supuesto el balón de oxígeno necesario para reactivar el crecimiento y, sobre todo, un ejercicio ejemplar de solidaridad en la UE.
Enorme labor legislativa
Tampoco hubo dudas en hacer frente a la invasión de Ucrania por Putin, acudiendo en ayuda del pueblo ucraniano, por mucho que el coste para los europeos está siendo ingente. Y, en medio de todo este terrible panorama, se han acometido legislativamente las dos transiciones a las que nos enfrentamos, la ecológica y la digital. En la primera, pese a que hemos acabado titubeando, la UE ha seguido siendo vanguardia en leyes que nos acerquen a la neutralidad climática para salvar el planeta, con la puesta en marcha de leyes que van a suponer un auténtico cambio del modelo de producción y consumo. De la misma forma, desde nuestra visión del mundo basado en los derechos y las libertades, nos hemos atrevido a legislar, los primeros, sobre la tecnología más disruptiva conocida desde la invención del motor de combustión, la Inteligencia Artificial. Poniendo a las personas por delante de la competencia, hemos cumplido con la idea fundacional de nuestros valores y principios. Sin embargo, este extraordinario balance queda empañado por un Pacto de Asilo y Migración, que si bien primera piedra, es aun insuficiente para resolver nuestro reto demográfico y dar cobijo digno a quienes llaman a nuestra puerta para vivir en libertad. Terminamos hablando de armas, defensa y competitividad, como si lo vivido en positivo fuera una pesadilla y no el maravilloso sueño de lo que podemos construir juntos. Esperamos que el voto el próximo junio en las elecciones europeas no nos lleve a una regresión, sino a construir más y mejor Europa. l