Euskera, euskara, eskuara, üskara… Euskalkiak eta batua. El escritor y académico Mikel Zarate, en un congreso de Euskaltzaindia en Bergara, año 1978, citó un mensaje clarificador: “El euskera es sustantivo y el batua adjetivo”. Mantengamos el sustantivo donde nos encontramos todos y cada uno de los que queremos a la lengua. El euskera batua no debemos aceptar como sospechoso de nada sino como necesidad de pervivencia fundamental.

Euskalkiak eta batua. Es la gran riqueza de nuestra lengua que jamás debiéramos de perder. Pero siempre es interesante la diversidad de opiniones, sobre todo en quienes amamos el euskera y estamos a favor de su desarrollo, pero aún tenemos mucho que recorrer para afianzar en el presente y en el futuro, y hemos que reconocer el trabajo y el tesón de muchísima gente tanto para la recuperación como para su afianzamiento.

Los que hemos entrado en edad y vivimos épocas pasadas no tan gloriosas para el euskera tenemos algunas historias y anécdotas que recordar y que nos ponen en situación. He aquí alguna que otra anécdota. Soy de las faldas de Gorbea, de Zeanuri, hijo de tenderos y recuerdo que cuando era chaval vino un comercial (o viajante, que llamábamos entonces) a ofrecer su género a mi ama tendera; él era de Tolosa, euskaldun. Aún el euskera batua estaba en ciernes, no presente. Allí conversaron los primeros minutos, el viajante de Tolosa en su euskalki y mi madre que está a punto de cumplir 94 años en su euskera de Zeanuri. Ninguno de ellos tuvo la oportunidad de alfabetizarse en su lengua nativa, y después de esa primera conversación en euskera, por la dificultad de aclarar y profundizar cada uno lo suyo, automáticamente se pasaron los dos a hablar en castellano.

A mí, que desde siempre he vivido el euskera como algo muy mío, siendo yo chaval, me chocó que pasaran al castellano, cuando los dos eran nativos en euskera. También soy mayorcito y me tocó vivir la época en que te castigaban por hablar euskera. “Mendibil, copie 1.000 veces No hablaré en vasco en clase”. Todo ello, después de la entrada triunfal al comienzo de la clase, cuando izaban la bandera de España y nos obligaban a cantar el Cara al sol.

Yo, siendo niño y como siempre me ha gustado cantar, no veía nada raro, vi aquello como un acto bonito donde la primera asignatura era F.E.N., Formación de espíritu nacional. Estudiábamos la geografía y los picos de España: Sierra de Gredos, Aneto, Mulhacén… Justo teníamos Gorbea enfrente, pero en los libros no existía, como también era inexistente el euskera, pues solo servía para hablar en casa. Y con los amigos, pero nos metieron aquello de que no servía para nada. A mi generación le tocó estudiar solo en castellano. Era cuestión de prestigio y hablar castellano tenía más “caché”, así fue la niñez, y así fueron aquellos tiempos para todos. Luego me tocó colegio interno y el euskera seguía siendo inexistente. En fin, no servía para nada. Así pues, mis primeras lecturas solo eran en castellano. Pero iban pasando los años, ya en la pura adolescencia, algo pasó en mí que vi que lo que pretendían era, ni más ni menos que quitar mi identidad, y yo, que vivía y sentía el euskera muy dentro de mí, tuve la necesidad de alfabetizarme en euskera, lo que mis padres no pudieron.

Y así fui avanzando y como el canto ha sido para mí algo que también llevaba dentro, en un mundo totalmente castellano, en un concurso del colegio para artistas noveles de todo tipo, me lancé al escenario con 14-15 años con dos canciones en euskera. Allí tuve mi primer premio, una cesta de navidad. Y vi que cantar en euskera tenía un punch para levantar los ánimos de los euskaldunes y para que nuestra lengua cogiera de nuevo el prestigio que el régimen franquista quiso quitarlo.

Recuerdo que Joseba Sarrionandia, hoy reconocido como uno de los grandes poetas y escritores, estaba presente en aquel acto. Años después me comentó que para él aquello fue como un despertar, un chaval que en un ambiente totalmente hostil al euskera se lanza a cantar en un idioma que estaba prohibido y arrinconado. Años más tarde seguí cantando y tuve la necesidad de profundizar en mi propia lengua. Nahia, gogoa eta atsegina.

Quizás cuento algo que muchos hoy en edad madura lo han vivido, incluso de manera más violenta que yo; aquellos años pasaron y yo, que defiendo el euskalki de Arratia y que hablo en él, comprendí la necesidad de la unificación. Bien sé que el euskalki nuestro no tuvo la presencia y el sustento y el valor que se merece y bien sé también que a veces teníamos nosotros los bizkainos complejo de hablar en nuestro euskalki. De eso han pasado muchos años, hemos ido consolidando nuestro idioma, hoy tiene prestigio y se estudia tanto en la escuela como en la universidad. Pasaron aquellos tiempos en el que el presidente Suárez dijera aquello de “no se puede impartir física nuclear en euskera “. Tanto Pedro Miguel Etxenike, científico euskaldun consagrado y con renombre internacional, como Jose Ramon Etxebarria, doctor en física contestaron: “Para hablar de física nuclear en euskera, solo hay que saber dos cosas, física nuclear y euskera”.

Son épocas pasadas y aunque hay quien aún ve con cierto reparo el euskara batua, si nosotros queremos, no tienen por qué ni deben desaparecer los euskalkis, que nos hacen estar más vivos y más arraigados. En Arratia tenemos la revista quincenal BEGITU, íntegramente en euskera de Arratia y en muchas otras localidades refuerzan su euskalki. Ondo etorria!

Una lengua necesita su naturalidad y lo que tiene que hacer es emocionarnos. Como nos emocionó nuestra estancia en Georgia (Cáucaso)en el año 2001, cuando fuimos unos cuantos músicos en un acto de hermanamiento entre dos culturas y países hermanos. Allí me contaron una historia emotiva que alguna vez he relatado: Fueron cuatro montañeros georgianos con intención de escalar una montaña mítica de difícil acceso; en esa cordada, uno de ellos resbaló y quedó colgado por la cuerda que le sujetaban sus compañeros. Estos aguantaron durante largo tiempo con ahínco a su infortunado compañero, mientras éste les gritaba que cortaran la cuerda. Pero cómo dejar morir a un compañero. El paso del tiempo iba debilitando las fuerzas, y el montañero en peligro empezó a cantar un cántico georgiano con una voz firme y clamorosa. Esa fue la señal de que un georgiano está dispuesto a morir. Así morían los georgianos, ese canto retumba en los oídos y en nuestros corazones durante generaciones y con ese canto se salvó Georgia.

“He oído que los vascos hacéis lo mismo, cantáis y cuidáis vuestra lengua, nos decía el simpático orador. Sabemos que los vascos mantenéis celosamente vuestra personalidad, vuestra cultura y vuestra historia, y que es allí, en esa identidad, donde está la razón de vuestro ser. Para nosotros los georgianos, los valores más preciados son el respeto a la vida y el amor a nuestra tierra, y es lo que dejaremos a nuestras próximas generaciones, para que ellos lo defiendan leal y ardientemente. Dos cosas han salvado Georgia, una, la lengua, ese precioso tesoro que hemos de salvaguardar; y otra, sus canciones”.

Y otra preciosa anécdota. Hace unos seis años me presentaron un joven estudiante japonés, sin que yo supiera nada de él. En mi primer encuentro con el joven me quedé estupefacto. Era en las faldas de Gorbea y en su primera presentación me dice: “Zer gurago duzu, bizkaieraz ala batuaz hitzegin daigun?”. Hoy es el día que ha sacado el EGA y se expresa correctamente tanto en euskera bizkaiano como en batua, y yo estoy convencido que en no muchos años tendremos un nuevo euskaltzaina (académico de la lengua vasca) japonés de nombre Hideano Dohino. ¡Al tiempo!

El euskera milenario está muy a salvo con hombres así. Y como bien sabemos y nos decía el neurocientífico que hoy vive en New York, tenemos en nuestras manos un punto de referencia primordial para analizar el pasado y obtener respuestas para el futuro.

Músico