Ayer, antes del amanecer, empezaron a sonar unas campanitas en el teléfono indicándome que se estaban haciendo cargos en mi cuenta. Fueron tantos los sonidos de campanitas y tan seguidos, que me desperté, y al coger el teléfono pude comprobar cómo se iba minorando el saldo de mi cuenta, en importes de 150 en 150 euros, de forma continuada.

Aturdida y sorprendida, llamé al banco para comunicar lo que estaba sucediendo y bloquear la cuenta, ya que, para entonces la “mordida” era de considerable cuantía. Cuál fue mi sorpresa, cuando me informaron de que se trataba de una casa de apuestas, la que estaba detrayendo el saldo de mi cuenta. Aquello me hizo sentir muy vulnerable, porque fui consciente de que esto que te cuentan puede pasar sin haber realizado jamás ni una sola apuesta, y sin haber facilitado mis datos bancarios, salvo en páginas web seguras, y acabas el día poniendo una denuncia en una comisaría de la Ertzaintza, agotada, sin dinero en la cuenta y sintiendo que eres una marioneta en el mundo de internet.

Supongo que, a alguno de los lectores le habrá pasado alguna vez, pero a mí nunca me habían robado hasta hoy y lo que os puedo decir es que la sensación de tristeza y la ausencia de apego a la tecnología es abrumadora.

No quiero volver a usar una cuenta bancaria en internet, el problema es que el sistema está creado para operar necesariamente de forma telemática.

Lo alucinante es que, cabe la posibilidad de no recuperar mi dinero y que nunca sabré quien es el culpable de todo esto, pues se trata de operaciones realizadas desde el mercado asiático. La única opción que me queda es que, tras la reclamación oportuna, Visa me pueda devolver el importe robado. Lo dicho, una tristeza.