Os he comentado, a menudo, que no me gusta el fútbol. Ahora bien, el hecho de que ese conglomerado económico crea unos intereses cuanto menos criticables (por decirlo suave) hace que el mérito sea mucho mayor en aquellos casos en los que ocurre algo que va en dirección contraria, es decir, al basarse en principios.

Me preguntaba, hace tiempo, cuáles eran los motivos por los que competiciones españolas se jugaran en Arabia Saudí. Y más, en el contexto de un estado, como el español, que suele ser muy celoso en cuestiones simbólicas. Y es que poderoso caballero es Don Dinero. Tan poderoso como para que París deje de estar en Francia y Dakar en Senegal, y que la carrera que otrora fue la París-Dakar se desarrolle enteramente en las dunas de Arabia Saudí.

No me gusta el fútbol, no. Porque es un criadero de intereses económicos donde los principios son sistemáticamente arrinconados. Por eso mismo, mutatis mutandis, creo que hay que destacar las infrecuentes situaciones en las que asoman los principios en el fútbol. Fue el caso de beso forzado a Jenni Hermoso. Y el caso –más reciente y menos conocido– de Toni Kroos es otro. Manifestó su desaprobación de la situación de derechos humanos en Arabia Saudí. Es, sin duda, un caso menos mediático que el de Jenni Hermoso, pero no por ello menos significativo.

Kroos, jugador del Real Madrid, ha osado oponerse en público a que la Supercopa de España se juegue en Arabia Saudí, por ser un país que no respeta los derechos humanos y al que solo se va por dinero y para blanquearlo. Jugando, fue abucheado por unos descerebrados. Podría no haber ido, pero dar la cara y oponerse in situ tiene también su mérito y repercusión.

La defensa de los principios, como el de la igualdad ante la ley, resulta incómoda. También para los propios defensores de los mismos si tienen cierta relevancia pública en el deporte o, de igual manera, en la cultura. De ahí mis respetos para los Kroos y las Ituños de este mundo. Ojalá hubiera más.

@Krakenberger