Cuando nos sumergimos en la atmósfera de un museo de arte, nos envuelve un silencio que a menudo percibimos como sagrado, como si el lugar demandara una contemplación sin distracciones. Sin embargo, en nuestra cotidianidad estamos inmersos en la experiencia de disfrutar de series y películas, obras visuales en movimiento, casi siempre acompañadas de una banda sonora musical. ¿Por qué con el arte no y con el cine sí? Quizás porque, en este segundo caso, la música es concebida para complementar y fortalecer la imagen en movimiento.

En el fluir de la historia cultural, la conexión entre la música y las artes visuales ha dejado su marca a lo largo de los tiempos. Artistas de diversas corrientes han buscado en las melodías una fuente de inspiración, mientras que algunos músicos han descubierto en las expresiones visuales una resonancia que va más allá de lo evidente. Esta intrincada interconexión entre sonidos y formas ha generado prácticas artísticas que trascienden los límites de sus respectivos medios, dando origen a una sinergia de retroalimentación.

En este entramado de influencias entrelazadas, numerosos artistas visuales han fusionado su labor plástica con la musical. Desde las líneas sinuosas de Kandinsky, que buscan traducir armonías abstractas, hasta la obra de contemporáneos como Yoko Ono, reconocida por su arte conceptual y experimentación musical; o Brian Eno, con una carrera musical y contribuciones a instalaciones visuales, por citar algunos ejemplos notables.

En resumen, las diversas relaciones entre lo visual y lo sonoro han sido mutuas, y las colaboraciones entre músicos y artistas visuales contemporáneos demuestran cómo la fluidez sin restricciones entre estas dos formas de expresión artística es posible.

En este contexto de exploración de la conexión entre las artes visuales y la música contemporánea, ayer jueves en Zas Kultur tuvimos la oportunidad de sumergirnos en la exposición de Juan Andrés Arias, también conocido como Okre, titulada Microestados. Durante la visita guiada, el artista mezclaba las melodías que dieron forma a su proceso creativo, ofreciendo una experiencia inmersiva donde las fronteras entre el arte visual y la música se desvanecían, dando lugar a un espacio donde ambas formas se entrelazaban en una narrativa sugestiva.

Con esta iniciativa, Zas Kultur busca inaugurar una nueva iniciativa al integrar la música como una suerte de banda sonora que acompañe a las exposiciones en su espacio, incorporando creaciones y preferencias de artistas locales. La propuesta contempla la idea de que, durante el horario de apertura, la música se convierta en una parte fundamental de las visitas. Por otra parte, este experimento tiene también como objetivo establecer la posibilidad de que los artistas que exhiban en Zas Kultur contribuyan de alguna manera a esta experiencia musical, fusionando la relación entre lo visual y lo sonoro en una experiencia interdisciplinar.