Nos están robando con las galletitas. Las cookies que recogen los datos de nuestra navegación en las redes. ¿Por qué? Se justifica diciendo que esto nos facilita la vida: ese paquete de datos que nos colocan en el dispositivo permite que cuando volvamos el sitio sepa lo que nos interesa. Al principio ni te preguntaban y era imposible navegar sin ellas. Luego se moderó el tema, y es cierto que en nuestro país se aplica una reglamentación europea desde hace más de 10 años por la que al menos se nos pregunta si aceptamos las cookies al entrar en una web. Ya saben, ese recuadro que todos pasan pulsando OK. ¿Han probado a decir que no? Ah, hubo un tiempo en que daba igual, más o menos, simplemente se trataba de avisar que te asaltaban tu intimidad, pero de buen rollo. En los últimos tiempos se ha intentado reglamentar con más cuidado porque de hecho el negocio que mueven los datos de las galletitas se ha convertido en EL NEGOCIO con mayúsculas: esos datos sirven para segmentar públicos, programar publicidad y de hecho monitorizar tu conducta. Sin pagarte un duro. Pero no solamente eso, porque ahora se ha abierto la veda y además de recabar datos te dan una opción: como alternativa a tener que estar consintiendo que te roben la información te ofrecen una suscripción y así te libras de esa pantalla. Es como quitarte los anuncios que ellos mismos te han colocado pero a la vez lo que haces es permitirles que siempre te recojan todo dato que quieran. Y si no, te cobran. O consientes o pagas. Es un poco nauseabundo, posiblemente ilegal, desde luego inmoral. Pero es tecnológico y lo hacen los mismos que ya comercian con tu información. Con la impunidad de quien ya te tiene bajo su yugo. La única alternativa, si los tribunales no nos defienden, es huir de las redes que así operan. O sea, que no hay alternativa real.