Sigo con mucha atención las informaciones sobre los movimientos para presentar a las elecciones vascas una única candidatura del espacio que ahora mismo ocupa Elkarrekin Podemos. De lo leído y escuchado hasta ahora, salvando algún exabrupto inicial y un par de frases escasamente empáticas, la impresión es que existe la voluntad firme de conformar una lista de consenso. Si es cierto lo que hemos leído en las últimas horas, esta semana se retoman las negociaciones –que yo juraría que nunca han estado totalmente paradas– y antes del domingo podrían estar más o menos claras las posibilidades para el entendimiento.

Lo cierto es que, aunque los comicios están sin convocar, el tiempo empieza a apremiar a las formaciones de ese espectro, que van rezagadas respecto a otras fuerzas, que aunque no hayan culminado sus procesos internos, ya tienen despejado el camino y lista la estrategia. Por lo demás, no hace falta disponer de conocimientos extraordinarios de politología para intuir que la única posibilidad que tienen Sumar, Podemos, Ezker Anitza y Equo-Berdeak de salvar mínimamente los muebles pasa por hacer de la necesidad virtud y concurrir en una sola papeleta.

Claro que ese mismo escenario se daba en Galicia, y ya hemos visto cómo la inicialmente anunciada coalición saltaba por los aires. Bastó una sola palabra del fundador y todavía máxima autoridad de Podemos, Pablo Iglesias, para que la militancia optara por descabalgarse del acuerdo. A día de hoy, todas las encuestas que se han publicado –que ya son unas cuantas– dejan sin representación en el parlamento de Galicia a un espacio que entre 2016 y 2020 fue la segunda fuerza. Por ahora, que servidor sepa, Iglesias no ha emitido su doctrina sobre lo que debe hacer o dejar de hacer la franquicia morada en los tres territorios. Así que, de momento, la lista única sigue siendo posible.