Las autoridades del transporte público de mi territorio, Bizkaia, tienen un dilema. Resulta que a diferencia de lo que ocurre en Araba, Gipuzkoa o buena parte del Estado, a partir del día 14 de enero se van a retirar la mayoría de las subvenciones que venimos gozando los usuarios de Metro, Bizkaibus y Bilbobus desde septiembre de 2022. En un asunto así, me temo que los responsables de la administración se tienen que dar por jorobados. Por más justificaciones razonables que puedan aportar, a la ciudadanía le será difícil aceptar de buena gana que, de un día para otro, los viajes dupliquen su precio. Se verá como un agravio, no solo respecto a los vecinos, sino, dentro de la propia Bizkaia, también frente a quienes utilizan las líneas de cercanías de Renfe, que seguirán siendo gratuitas para quienes hagan un mínimo de 16 viajes en cuatro meses.

Conste que seré el primero en arrugar el morro cuando, al pasar mi Barik por la canceladora del metro o la del autobús, compruebe que me han descontado prácticamente el doble que hasta ahora. Sin embargo, si pretendo ser honesto, debo reconocer que, pese a que quieran convencernos de lo contrario, estos descuentos lineales independientemente de los niveles de renta me parecen profundamente injustos. Ya lo dije durante el tiempo en que veíamos en las gasolineras que los 20 céntimos por litro se los descontaban igual a un Ferrari nuevo que a un Opel Astra matriculado el siglo pasado. Y, volviendo al transporte, me reafirmé el otro día escuchando a una conocida con nómina mensual que pasa de los 4.000 leureles lo bien que le venía para tomar unas cervecitas el domingo el dinero que se ahorraba a lo largo de la semana en Renfe. Cómo contarle a ella y a otros tantos que el descuento no debería ser para unas cañas sino para ayudar a cubrir otras necesidades bastante más básicas a quienes van verdaderamente justos de recursos.