En estas fechas, como cada año, nos encontramos en plena época navideña, inmersos en una fiesta cada vez más secularizada, marcada por una temporada de buen humor y diversión familiar con tintes festivos. No obstante, ese aura acogedora y cálida que desprende este periodo de pascuas viene empañada de una noticia verdaderamente trágica, sobre todo, para el deporte español. Hace unos días se ha dado a conocer el verdadero alcance de los abusos en las competiciones, tanto profesionales como en categorías inferiores, más de 1.000 víctimas de abusos y pederastia en el deporte español, un escenario verdaderamente triste y desolador. Evidentemente, no podemos olvidar el reciente caso de abusos a una menor en club vasco, en la localidad de Gernika. Por si no fuera suficiente con los casos de pederastia en la Iglesia católica española donde el silencio imperó durante decenas de años, ahora, salen a la luz al menos 187 casos producidos en las últimas dos décadas. La otra cara de la moneda es que, se ha derribado el muro del silencio de muchas víctimas que, valientemente se han atrevido a denunciar y, sospecho que esto “solo es la punta del iceberg”, el comienzo de un camino de luminiscencia. De momento, se han consultado a 152 entidades deportivas, pero, únicamente 17 han admitido conocer casos de abusos, por lo que, me temo que la magnitud y dimensión de esta aberración es ciertamente alarmante. Mas alarmante aún es que, el alcance de estos abusos se haya dado, principalmente, en categorías de menores. Lamentablemente, el ámbito del deporte no es el único escenario en el que, los menores han sido y siguen siendo víctimas de abusos. Según el Ministerio del Interior, en 2020 se presentaron 5.685 denuncias por delitos contra la libertad sexual que tenían como víctima a niños, niñas y adolescentes. Me repugna pensar en el daño físico, mental o emocional sufrido por esos menores, impidiendo el desarrollo holístico de su infancia y bienestar. El abuso sexual es un problema muy serio que está afectando a millones de personas en todo el mundo. Es importante hablar sobre ello y fomentar las denuncias. Al hacerlo, podemos ayudar a las víctimas a obtener el apoyo y la justicia que merecen. Necesitamos valor y liderazgo en esta materia, pero, sobre todo, concienciación.