Las guerras nunca dejarán de ser terribles. Por eso, aquellos que las justifican deberían quedarse fuera de cualquier toma de decisiones importantes respecto a las mismas. Los conflictos sólo traen consigo víctimas, dolor y tragedias. De ahí que lo que está aconteciendo en Oriente Medio es, sin duda alguna, espantoso. Pues la presión del Ejército israelí para acabar con Hamás y ocupar toda la Franja de Gaza únicamente está trayendo consigo que el número de fallecidos sea escalofriante. No sólo eso, la mayor parte son civiles, mujeres y niños inocentes (alcanza el 70% de los fallecidos, según la Organización Mundial de la Salud). Este hecho siempre se ha considerado crimen de guerra, pero Israel afirma que es mentira, que se exagera, que su batalla contra el terrorismo cumple con… sus propias normas como es golpear al enemigo de la manera más contundente posible hasta destruirlo sin medir las consecuencias de sus actos (más propio de un sistema autocrático que de un Estado de Derecho).
Las imágenes que nos llegan de Gaza, incluso de Cisjordania, no por repetidas son menos escalofriantes. Zonas urbanas arrasadas, niños sucios, con rastros de sangre y mugrientos, espantados, faltos de sueño, con hambre y sed. Por mucho que se responsabilice a Hamás de todo esto, son Israel y sus bombas las que están provocando este total escarnio contra la población palestina. Además, sus condiciones de vida son deplorables. Han transcurrido semanas con los pasos fronterizos cerrados salvo el pequeño paso de Rafah en la frontera con Egipto. Pero la escasa ayuda humanitaria que se recibe no es suficiente para cubrir las necesidades de todos los palestinos. El empeño de Israel en demoler la infraestructura de Hamás, sobre todo la subterránea, ha provocado incluso el ataque a centros hospitalarios, como el mayor de Gaza, el de Al Shifa (lleno de pacientes y heridos que no pueden tampoco abandonarlo).
La Media Luna Roja va más lejos y afirma que el Ejército hebreo dispara de forma deliberada a los centros hospitalarios para forzar a los civiles a huir de la ciudad. No hay duda de que la política de aniquilación que se ha impuesto Israel contra el grupo islámico es total y sistemática, cuartel o refugio tras refugio, todos van a ser localizados y destruidos sin consideración, aunque entre tanto ello está provocando innumerables bajas civiles. La situación es catastrófica y desesperada, pero a pesar de la presión internacional, el desdeño del Gobierno israelí a tener en cuenta a los civiles es absoluto. Se pide un alto el fuego o una tregua que permita atender a los millones de gazatíes desesperados y desamparados, muchos de ellos desplazados desde el norte al sur, acarreando lo puesto. El mismo presidente francés, Emmanuel Macron, en una entrevista, dejaba claro la terrible incongruencia: “(…) es imposible explicar que queremos luchar contra el terrorismo bombardeando a personas inocentes”. De hecho, en Francia se han multiplicado los ataques y agresiones antisemitas, algo totalmente deplorable. El eco de lo que está aconteciendo allí es la peor publicidad para los hebreos, aunque los judíos europeos no sean responsables de nada. Otros países de la Unión Europea han urgido consensuar una declaración conjunta para pedir una pausa humanitaria a Israel, pero Alemania, República Checa y Austria se han posicionado en contra. Es algo que no se entiende. Los principios humanitarios no son negociables. Hasta el mismo secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, reconocía que han muerto “demasiados palestinos”. Pero declarar tal obviedad resulta inútil sin medidas, porque no parece que desde Washington se vaya a presionar a Tel Aviv para que frene su escalada militar. El presidente Joe Biden apoya de forma incondicional a Netanyahu. ¿Dónde quedan, por lo tanto, las garantías de los derechos humanos de los que se comprometieron en la constitución de la ONU? Israel los está vulnerando de forma sistemática.
Tanta inhumanidad e irracionalidad parece impensable. Israel prosigue en Gaza como un martillo pilón, pulverizándolo todo a su paso. Hasta el mismo presidente ruso, Vladímir Putin, con total hipocresía expresaba su desvelo por la indefensa población palestina (aunque no se apiada de la misma manera de la ucraniana, a la que está golpeando sin piedad). Sin embargo, a pesar de las cifras (11.000 palestinos muertos) Netanyahu no se ablanda porque según afirma, nada les detendrá hasta lograr la victoria. En una rueda de prensa, el ministro de Defensa hebreo, Yoav Gallant, preguntaba retóricamente, a los detractores de la campaña militar: “¿Cómo encontráis la valentía de darnos lecciones en medio de la guerra?”. Fácil, porque es una barbaridad el modo en que se está desarrollando. El mismo ministro recordaba además que “para el Estado de Israel y el pueblo judío, este es el año 2023, no 1943, y tenemos la capacidad y el deber de defendernos solos”. Pero y ¿si están cayendo en el mismo paroxismo que llevó a Hitler a culpar a los judíos (como ellos a los palestinos) de haber dado comienzo la segunda guerra mundial?
Sabemos que no nos hallamos en 1943, pero ¿Israel lo sabe? El ejemplo esgrimido por Gallant es muy ilustrativo. Se ampara en el trauma del Holocausto para autoconvencerse de que nunca nadie les conducirá al exterminio de nuevo como ovejas al matadero. Pero es esta herida no superado el que les hace actuar de forma tan equívoca, respondiendo a la brutalidad de Hamás con más brutalidad y ensañamiento. ¿Es una lógica correcta? No, desde luego. Netanyahu ya ha advertido de que Israel pretende quedarse en Gaza todo el tiempo que haga falta, una vez cumpla sus objetivos, desdeñando toda opción de que se haga cargo del territorio la Autoridad Nacional Palestina por no haber condenado el ataque de Hamás. Esta afirmación sólo tiene un claro significado, Israel no aspira a hallar una solución a medio o largo plazo del conflicto, sino a anular toda opción de constituir la vía de los dos Estados y destruir en consecuencia al pueblo palestino.
Doctor en Historia Contemporánea