Bajo el título La Torá del Rey, leyes sobre la vida y la muerte entre los judíos y las naciones, los rabinos Yitzhak Shapira y Yosef Elitzer ofrecen una fanática interpretación de la ley religiosa judía. Dicen: “Hay razones para matar a los niños palestinos y árabes si existe la evidencia de que, al crecer, nos dañarán; en ese caso los ataques deben ir directamente contra ellos y no contra los adultos”. Así lo aseguran los dos rabinos judíos en un libro que ha causado gran revuelo dentro y fuera de las fronteras de Israel.
Sólo en la actual campaña militar israelí sobre Gaza han sido asesinados 4.000 niños y niñas de un número total que superan las 10.000 personas. Para matar, al sionismo le basta con afirmar que la manera de evitar futuras rebeliones palestinas contra la ocupación pasa por quitarles la vida a niños, niñas y adolescentes. Se trata de una limpieza étnica reivindicada como defensa propia por matarifes sionistas.
Líderes religiosos condenan el erróneo entendimiento de las escrituras y algunos israelíes moderados hablan de “prostitución del judaísmo”. Lamentan que Shapira y Elietzer tengan su público en escuelas talmúdicas radicales, que reciben financiación gubernamental, en los asentamientos judíos fundamentalistas de Cisjordania y entre grupos de soldados israelíes que cumplen servicio en los territorios palestinos. Son reclutas que incluso se niegan a seguir a sus mandos cuando se trata de desalojar a colonos, como ha quedado en evidencia en diversas ocasiones. Precisamente, en estos días, un informe de la ONU alerta que rabinos militares animan a un genocidio que debe ser condenado y neutralizado por la comunidad internacional.
De hecho, las medidas que está tomando Israel en la franja de Gaza son cada día más duras hasta llegar a un bloqueo total. Los gazatíes sobreviven sin comida, sin agua, sin luz, sin combustible. Se refugian en hospitales y colegios, pero el ejército sionista los bombardea sin compasión, violando el derecho internacional. “Estamos aquí para morir” claman los habitantes de Gaza. No hay lugar seguro. La consigna del sionismo es matar y matar. Matar sin que el mundo sepa cómo lo hacen los sionistas. Para eso han bloqueado internet, el intercambio de vídeos, la telefonía que hacía posible un contacto con el exterior, con los familiares. Así que es como que matan a oscuras.
Estamos asistiendo a un genocidio que desvela la indecencia de occidente. Sinceramente, el proyecto llamado Unión Europea ha sido enterrado. La famosa democracia occidental tiene mucho de farsa. La dirigen elites que son cómplices de la matanza y se niegan a aprobar sanciones contra Israel. Se niegan incluso, en muchos casos, a que la gente salga a las calles de ciudades europeas a denunciar los crímenes de guerra del gobierno de Israel. Solo espero que mandatarios sionistas y europeos paguen por su complicidad. Que la matanza principal sea en Gaza no hace de Cisjordania un espacio para vivir en paz. La ocupación israelí ha privado a cientos de menores palestinos de su derecho a asistir a un nuevo año escolar en la Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén. El 65% de los niños fueron capturados en sus casas de habitación, en horas de la noche, mientras dormían. Los militares invasores torturaron e insultaron al 86% de los menores puestos en prisión. El 73% fueron obligados a firmar un documento en hebreo, idioma que no entienden. Y todo esto “con la suerte” de que Cisjordania no es Gaza.
En los años del holocausto, en los guetos, los niños judíos morían de hambre, por falta de atención médica, por exposición a los elementos climáticos, y por falta de ropa y refugio adecuados. Las autoridades alemanas eran indiferentes a esta matanza masiva; consideraban que la mayoría de los niños más jóvenes de los guetos no eran productivos, y por lo tanto eran “comedores inútiles”. En buena ética, lo que le ocurrió al pueblo judío debería bastar para que sus descendientes se opusieran a la limpieza étnica que Israel promueve en la Palestina histórica. Lo cierto es que la lógica sionista de matar para evitar que dentro de 20 años los niños y niñas de hoy sean resistentes a la ocupación, es una aberración. Es la muestra de una humanidad perversa que abre la puerta al estado animal.
Recuerdo que fueron bastantes las voces que, tras la muerte de Yasir Arafat, pronosticaron una nueva época en el conflicto palestino-israelí y no dudaron en afirmar que la paz estaba más cerca. Este tipo de análisis partía del principio extendido por el sionismo y por Estados Unidos de que Arafat era “el problema”, el mayor obstáculo para la realización del objetivo de dos estados. En realidad, era un truco perverso, cínico, un pretexto que bien utilizado durante tiempo por Ariel Sharon sirvió para ocultar la verdadera agenda oculta del sionismo: una agenda que explica por qué la mayor parte de los asesinados por las bombas y misiles israelíes son mujeres y niños. Es la agenda de la solución final: Exterminar al pueblo palestino, borrarlo de la faz de la tierra.
Nada ha cambiado desde la muerte de Arafat y Ariel Sharon. Benjamin Netanyahu ha seguido la vieja táctica de identificar enemigos que justifiquen la parálisis de cualquier negociación. Oslo y sus logros pasaron a la historia. El sionismo no ha querido nunca negociar la paz. La paz se opone a su proyecto de solución final. Al contrario, la meta es el Gran Israel. Las excusas sionistas varían y pueden ser muchas, pero el objetivo es único “un solo pueblo (el judío) para un único territorio marcado por el sionismo y sus reglas de apartheid.”. El método para seguir esta ruta es la violencia que se impone a otros deseos de diálogo y negociación. El sionismo aprovecha el argumento razonable de legítima defensa para cometer crímenes de guerra.
En este escenario de arrogancia e impunidad sionista lo lógico es que de una manera cíclica surjan movimientos radicalizados desde la resistencia palestina. Cualquiera que vaya a Cisjordania o a Jerusalén, por no hablar de Gaza, lo primero que verá es el estado de sometimiento brutal de las poblaciones palestinas, enjauladas en pequeños territorios rodeados de soldados israelíes, y siendo vulnerables a las agresiones que los colonos les propinan desde sus colonias situadas siempre en las alturas orográficas. No me parece aceptable y condeno que se mate a población civil de ninguno de los lados. Si la confrontación deriva hacia símbolos religiosos el conflicto puede ser perpetuo. Pero es verdad que es la parte palestina la que con una diferencia abismal convive con la muerte. Los soldados israelíes, no están preparados para otra cosa que no sea disparar. Y lo hacen contra todo lo que se mueve, niños y mayores, hombres y mujeres. Para que el sionismo cambie su agenda y se avenga a negociar con la parte palestina una solución de dos estados viables, Estados Unidos debería torcer el brazo de los dirigentes israelíes; por poder puede. Obama hizo amagos durante su mandato, pero aparte de generar odios del lado sionista no ha consiguió doblegar un milímetro a la ultraderecha israelí. Ello se explica en parte por la fuerza económica y electoral de los lobbies judíos en Estados Unidos que practican una política de cerco sobre la Casa Blanca. Queda por saber si la Unión Europea tiene algún plan o seguirá una vez más los dictados de Estados Unidos cuya hoja de ruta, ahora mismo, es igual a verlas venir.
Lo que quedará de Gaza será un enorme cementerio. ¿Con Gaza aniquilada que harán después los sionistas? Tratarán de imponer al mundo la idea de un protectorado disminuido. Astutamente, los sionistas que lidera Netanyahu aprovechan cada choque bélico para afirmar más y más su posición dominante. Tras cada salida de una crisis de violencia se construyen más colonias y se roban más tierras. El sionismo aspira a seguir completando su agenda oculta. nunca renunciarán a toda Judea y a toda Samaría.
En el Antiguo Testamento encuentran los sionistas al Dios de la ira, de la violencia, que los anima e incluso ordena exterminar a otros pueblos no elegidos. Los rabinos Shapira y Elitzer, no son sino la muestra de una religión hebrea, depravada, por quienes cometen crímenes contra la humanidad.
Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo