no se acaba de entender que el candidato nominado por el rey para ser investido presidente del Gobierno lleve más de un mes como alma en pena, públicamente rebotado por no encontrar quien pacte con él y actuando ya de antemano como perdedor, como pura oposición. Ya sabe que su investidura va a resultar un fiasco y que de nada le vale seguir proclamando que fue él quien ganó las elecciones. Hasta el 26 de septiembre, fecha en la que será oficial su fracaso, Feijóo ha decidido liarla parda. Ya casi se ha olvidado de Bildu, del sanchismo y de la España que se rompe, porque ha encontrado el fetiche, el qué, dónde y cómo centrar las iras y el despecho: la amnistía a Puigdemont. Poco le importa que a día de hoy nadie haya confirmado que el expresident vaya a ser amnistiado, ni que esté a punto de aprobarse una Ley de Amnistía. Pero el presidente del PP y frustrado presidente del Gobierno ha encontrado el pretexto para proclamar la bronca preventiva e incendiar la calle contra Pedro Sánchez y sus secuaces.

No quiero ni pensar el barullo mediático que se va armar cuando en cada ayuntamiento, diputación, parlamento autonómico y toda institución que se mueva a lo largo del Estado español se presenten mociones contra la amnistía del “prófugo”. No quiero imaginar la calidad y racionalidad de los textos que vayan a presentarse en cada institución. Estremece sospechar las incoherencias, insultos y exabruptos sobre los que votarán cargos electos del PP con los de Vox en la chepa por toda la piel de toro.

Y bueno, por si fuera poco inquietante este alboroto que se le ha ocurrido al candidato Feijóo, va y aparece el jarrón chino del PP, su excelencia José María Aznar, retrocediendo al túnel del tiempo. “¡Basta ya!” es el lema que quiere restaurar, ese clamor indignado contra la violencia de ETA que acabó en consigna partidaria y hasta en gremio semioficial bien remunerado. Con el gesto adusto de sus peores tiempos, con el aire de oráculo que se da cuando habla ex catedra, a Aznar no se le ocurre otra animalada que comparar el procés con ETA y resucitar el “¡Basta ya!” para soliviantar al personal y llenar las calles de partidarios de la derecha extrema, de la extrema derecha, de ultras soliviantados, de nostálgicos del contra ETA vivíamos mejor, de adictos del follón por el follón y de agraviados por el sanchismo. Feijóo, faltaría más, a sus órdenes, ya ha puesto fecha, el fin de semana del 23 de septiembre, para la sublevación.

Preparémonos para la agitación de rojigualdas desbordando las calles, los gritos patrióticos, los “a por ellos”, el desmadre de odio con aires de golpe de estado que nos espera. Como un provocador día del orgullo facha, una toma callejera del conservadurismo más cerril, como una belicosa demostración de que España, la España Una de Franco, es un único destino en lo universal (a saber qué es esa cosa), veremos desfilar entre banderas a los líderes y lideresas de la Plaza de Colón. Aunque no sería extraño que se les mezcle más de un jarrón chino del viejo PSOE.