Llamaba la atención, el otro día, la puesta en escena que el Partido Popular desarrollaba en Madrid para incentivar el apoyo del electorado en las próximas elecciones generales. El PP quería salirse del canon de imagen que tenía acuñado, y con más razón aún por el marco de recomposición de la gran derecha española que sus pactos con los tardofranquistas de Vox empezaban a dibujar.

Bernaola, lo auténtico siempre

No sé si por inteligencia artificial o por realidad aumentada, el PP presentaba a su portavoz, Borja Sémper, en medio de la arena de una playa abarrotada de sombrillas azules y con el horizonte de un mar calmado y despejado. Los populares, echando mano a la creatividad, prometían a los electores un Verano azul utilizando como reclamo para su puesta en escena la música de la serie televisiva dirigida por Antonio Mercero.

La realidad de aquella imagen era un trampantojo. Ni era una playa, ni había mar, ni el azul era auténtico. Todo el cuadro fue producto de la tecnología y de la interpretación.

La “ocurrencia” tuvo su respuesta inmediata en redes sociales. Los socialistas contraprogramaron la escena playera con una instantánea de Núñez Feijóo en la cubierta de un yate junto a un conocido narcotraficante. Y como alternativa más “suave” al montaje playero madrileño un eslogan anónimo que pedía “que te vote Chanquete”. Acción, reacción, contestación.

Empieza a ser una obsesión, pero no hay medio de comunicación ni programación audiovisual que no nos bombardee con las dos candidaturas que, aparentemente, se disputan el gobierno en España. Es de traca. Muévase donde se quiera el dial, o hágase zapping de canal a canal y encontraremos a los primeros espadas del socialismo y el populismo español y a sus derivas tácticas de campañas polarizadas. Unos, acusando a los otros de rendirse a los ultras y los otros, sacudiendo a los unos por su alianza con los independentistas, los comunistas y los enemigos de España. Y aquí un primer apunte de observador electoral; alguien está midiendo mal su mensaje de tratar de infundir miedo ante la futura presencia de la extrema derecha en la política española.

En primer lugar, porque la amenaza de “que viene el lobo” que genera ya temor. El lobo lleva ya tiempo entre nosotros, lo han acomodado las políticas líquidas de unos y otros y le han dado terreno de juego. Por lo tanto, Vox o el lobo “feroz” ya no suscita tanto miedo como debiera provocar su amenazadora alternativa.

En segundo término, agitar la desconfianza y el temor del electorado a una alianza de las derechas —la popular y la populista— no hace que el potencial votante del PP reflexione y elimine su apoyo a los de Génova. Al contrario, los votantes españoles de cnetro derecha que no quiera saber nada de Abascal, votarán más que nunca a Feijóo, convertido en “voto útil” para desarmar a los extremos tardofranquistas.

Es decir que quien juega con el “voto del miedo” probablemente estará alimentando “el voto útil” del PP. Todo un destinto en grado de estupidez estratégica.

Sea como fuere, si las tornas no cambian y alguien no rectifica, toda la pugna mediática por la que estaremos asediados de aquí al 23 de julio terminará igual, con la acusación de quienes han cedido ante los negacionistas de la violencia de género y practican la xenofobia o con la catarsis de la abolición del régimen “sanchista” y las leyes que en este pasado inmediato se han aprobado por el “gobierno Frankenstein”.

Tenemos y tendremos a Sánchez y a Feijóo hasta en la sopa. En El hormiguero, con Wyoming… Falta la carta de ajuste. También los medios de comunicación públicos vascos se han contagiado de este abuso polarizado y están convirtiendo la actualidad política en el relato de una pugna española para acceder a la Moncloa. Con los aditivos de Sumar, Vox y las variantes que unos y otros desarrollan. Es, de verdad, de jurar en arameo. Si no teníamos suficiente con la dinámica seguidista de la actualidad a través de los perfiles que a diario publicaba Vocento, ahora se ha terminado por españolizar, con la mayor naturalidad del mundo, la agenda política. Inaudito. Hasta ahora, padecíamos la ausencia del gentilicio de los ejecutivos gobernantes. “El gobierno” por aquí, “el gobierno “ por allí. Sin identificar que el pretendido gabinete era el “español” por lo que alguien podía identificar que todo el monte era orégano. Ahora el criterio se ha expandido al conjunto de la información política. “Ancha es Castilla”. No hay ni criterio propio, ni calendario de eventos de país.

Competir así en unas elecciones resulta imposible. Mientras al votante se le bombardea con propuestas/disyuntiva y se minimiza la presencia de otras alternativas, se promueve una disputa desigual. Aunque en un primer vistazo el ojo no distinga el sesgo provocado por una información de sirimiri permanente, difícil de apreciar pero que cala quizá con más intensidad que un chaparrón.

El hándicap del resto de opciones difícilmente podrá ser subsanado por su esfuerzo para hacer llegar el mensaje. Pero sin altavoces, su propuesta no se escucha y romper ese monopolio de tiempo informativo y de pantalla va a resultar imposible.

Con el viento en contra, queda la alternativa de agudizar el ingenio para que el acento que cada cual quiera subrayar se escuche y sea entendido. La izquierda independentista, que desborda entusiasmo en sus apariciones públicas como consecuencia de los resultados obtenidos en la pasada cita municipal y foral, pretende representar el papel de barrera “antifascista”. Los de Otegi —como los demás— saben que si la derecha llega al poder en España, muchas cosas pueden cambiar (a peor). Especialmente preocupante para ellos es que una mayoría conservadora y ultra en la Moncloa podría tener la tentación de revertir muchos de los pasos acometidos en materia de política penitenciaria, la auténtica clave que ha posibilitado el furibundo apoyo de EH Bildu al ejecutivo sanchista.

El problema que puede tener EH Bildu a la hora de identificar su candidatura y su programa estriba en que, resacosos aún de su acierto municipal y foral se pasen de frenada y pretendan abarcar más en su papel de “oposición antifascista” disfrazándose de superhéroes de Marwel incluyendo al PNV entre sus objetivos a batir. Sería un grave error por su parte abrir el horizonte de “adversarios” a combatir pues la actual contienda nada tiene que ver con rivalidades con los nacionalistas , que dicho sea de paso, son quienes con más pasión e ímpetu han trazado durante la pasada legislatura el “cordón sanitario” a los de Abascal . Basta recordar las sonadas intervenciones de Aitor Esteban a las mociones de censura presentadas por Vox o la “cobra” televisiva provocada a Espinosa de los Monteros tras un tenso debate.

El PNV, a pesar de haber recibido un primer zarpazo de la Izquierda Abertzale en su arranque material de campaña, incluyendo a los jeltzales entre el colectivo “fascista”, no va a caer en el error de polemizar ni un segundo con EH Bildu. Los riesgos para Euskadi están en Madrid, no aquí.

Lo importante para los de Sabin Etxea se juega en Madrid, fuera de casa y será allí donde centrará su atención. Su objetivo es seguir manteniendo un equipo, un grupo, capaz de defender los intereses de los vascos y las vascas. Un equipo a modo de primera línea de defensa del autogobierno vasco. Un grupo que resulte influyente. Que mantenga seriamente la imagen de Euskadi, como lo ha hecho ya en más de cien años en las Cortes Generales. A primeros del siglo pasado reivindicando la reintegración foral plena. Y ahora, en el mismo sentido, exigiendo el reconocimiento nacional de Euskadi. Un grupo con voz propia, sin ser muleta de nadie y sin más ambición de poder que la de prosperar en Euskadi.

Borja Sémper invitó a los electores a “silbar” la canción de Verano azul en su trampantojo madrileño. Esa música la escribió un genio de nuestro país; Carmelo Bernaola. Y a Carmelo, al que tuve el honor de conocer en su última etapa, no creo que le gustara demasiado el truco visual de una playa de mentiras en Madrid. Él era un hombre de autenticidad. De su Otxandio natal. De los hayedos de Oleta y Mekoleta. De los paseos por el “limitado”. De las patatas en salsa verde que el preparaba Maria Jesús en su restaurante de la plaza. De aquellos bollos de cebolla caramelizada que devoraba con pasión. De los sorbos de agua ferruginosa de la fuente de Vulcano. Del Athletic, de su himno, “arreglado” junto a Antton Zubikarai.

Entre lo artificial de Sémper y la música de Verano azul, me quedo con Bernaola. Lo auténtico siempre.

Miembro del Euskadi Buru Batzar de EAJ-PNV