Si la vida es eso que nos pasa mientras hacemos otros planes, la democracia debe ser ese periodo de análisis poselectorales que preceden a la siguiente campaña. Con la convocatoria de los comicios generales en poco más de mes y medio, me temo que el análisis del 28-M va a ser demasiado urgente y precipitado. La noche del domingo nos deparó imágenes muy interesantes. Hubo rostros de sorpresa, otras de decepción y varias de alegría. Pasa siempre. Entre las eufóricas, las de EH Bildu, del PSE y del PP. Es de suponer que se sentían ganadores. ¿Pero ganaron? La coalición soberanista tenía razones para la alegría ante su evidente avance. Quizá no tanto para esos saltos, abrazos y expresiones de exultante júbilo. Es cierto que su avance es importante y ha sido la primera fuerza en Gipuzkoa y en muchos ayuntamientos, en especial Gasteiz –única capital–, y quedó segunda en Iruñea. Algo similar sucedió hace ocho años, cuando EH Bildu llegó a gobernar la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de la capital navarra, así como el de Donostia. Cuatro años después las perdió, por cierto. Siendo importante e incuestionable esta progresión, eso, de momento, no es ganar, aunque puede ser el principio si quienes han retrocedido y se han dejado muchos votos en casa pese a haber ganado no reaccionan. En cuanto a la euforia mostrada por el PSE y del PP, parece más bien el alivio de quien ya no podía retroceder más sin riesgo de caer en el abismo. Hay quienes consideran que tras los resultados el PNV está tocado y avanzan un posible “cambio de ciclo”, con lo que se quiere dar a entender un declive que conduciría a un relevo en la hegemonía política. Quizá, como en la noche electoral, se confunden deseos con realidades. La formación jeltzale ha vivido periodos muy difíciles. Sin entrar en sus comienzos y en la guerra, el franquismo, el exilio y ETA, ha sufrido una escisión tras la que se vaticinó también su fin. El PSE le ganó unas elecciones en votos. Y perdió el Gobierno vasco y la Diputación de Gipuzkoa a manos de la entente PSE-PP. Podemos ganó en votos unos comicios en Euskadi. Quizá es pronto para darle por amortizado.

Hay quienes consideran que tras el 28-M el PNV está tocado y avanzan un posible “cambio de ciclo”, dando a entender un declive que conduciría a un relevo en la hegemonía política. Quizá se confunden deseos con realidades