La proposición de ley del Parlamento andaluz autorizando captaciones de agua del parque de Doñana para agricultores en situación de ilegalidad, pone de manifiesto los graves problemas de agua por efecto del cambio climático.

Problemas del agua, Doñana

El parque de Doñana, declarado Patrimonio Mundial, posee tres grandes ecosistemas casi únicos: la marisma, las dunas vivas y las arenas estabilizadas. Las captaciones de agua que se pretenden autorizar constituyen la puntilla para las marismas.

La importancia de Doñana se acredita por la declaración de Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1980; la declaración de humedal de importancia internacional para la avifauna en la lista del Convenio Ramsar y la declaración de zona de Especial Protección para las Aves mediante Directiva 79/409.

La proposición del Parlamento andaluz se elabora en manifiesta contradicción con la sentencia del Tribunal Europeo de 24 de junio de 2021 que prohíbe nuevas captaciones de agua de la marisma y subterráneas por contradicción de la Directiva 94/43 CEE, sobre zonas preferentes de conservación del hábitat y la Directiva 2000/60 sobre protección de aves, sin perjuicio de vulneración de la Directiva Marco sobre el Agua.

Esta proposición, inspirada por Vox, desoye la vinculación entre la sequía y el cambio climático apoyada por la práctica totalidad de la comunidad científica con la honrosa excepción del vicepresidente de Castilla y León.

Sobre Doñana y los problemas del agua se pueden afirmar otras cosas. Todos los gobiernos anteriores al actual han demostrado una manifiesta pasividad sobre los problemas de Doñana y el debate de esta proposición de ley ha penetrado en la campaña electoral con reflexiones polarizantes y sobreactuadas. Sobre la sequía y Doñana hay muchas responsabilidades que depurar, coetáneas e históricas.

Existen otros argumentos de signo contrario a lo que estamos denunciando, explicitados en este periódico por Xabier Iraola, del sindicato ENBA, que se condensan en la siguiente circunstancia: el Partido Agrarista de Holanda, ha ganado las elecciones al Senado y es claro favorito para el Parlamento, capitalizando el malestar de los ganaderos y agricultores ante los planteamientos gubernamentales de reducir en un 50% la cabaña ganadera.

Vemos que el sector primario encuentra dificultades de cohonestar su actividad con las políticas medioambientales (que, por cierto, sistemáticamente se incumplen desde la Conferencia de Estocolmo hasta la Cumbre de París).

En la actualidad, el ganado pasta en secarrales, las cosechas se pierden por falta de regadío en un mundo de ocho mil millones de habitantes que deberían ser comensales y donde las reales decisiones las adoptan los reunidos todos los años en Davos, limpia ciudad alpina y con una altura desde la que nos ven chiquitines, como borreguitos y como tales nos tratan. Uno de los asistentes, de nombre impronunciable Zbigniew Brzerinski, asesor que fue del Presidente Carter, con sentido del humor nos retrató como entetanizados

El dilema no tiene fácil solución. Las alzas en el forraje, las alzas en los piensos, la falta de agua que afecta a la ganadería y al regadío son siempre, parafraseando a Xabier Iraola, decisiones cortoplacistas, irresponsables, simples regates para cuadrar balances y previsiones de beneficios.

El problema es conceptualmente más complejo. En 1977 la NASA lanzó al espacio la sonda Voyager 1 con la misión de estudiar los límites del Sistema Solar. En 1990, cuando la nave estaba a 6.000 millones de kilómetros de distancia, más allá de la órbita de Plutón, se la orientó para echar un último vistazo de nuestro planeta, que aparece como una mota de polvo iluminada por el Sol en medio de la oscuridad cósmica. Esa mota de polvo azul, que es nuestro hogar, lleva consigo por el universo el misterio de la vida junto al caos de la raza humana con sus dioses, pasiones, patrias e ideologías… En esa nave de locos perdida en el espacio o nos salvamos todos o vamos todos juntos al infierno (un pacto de esta naturaleza parece sugerir Xabier Iraola). En esta nave de polvo los avances de la ciencia se hallan también al servicio del fanatismo y la miseria humana. La humanidad constituye un tejido tupido y cada persona forma un nudo al que todos estamos atados y basta un estornudo, en cualquier lugar del planeta, para que la especie humana esté en peligro.

Todo esto lo explica de forma magistral el historiador Yubal N. Harari en su libro Homo Sapiens: la revolución agrícola del Neolítico, en lugar de anunciar una nueva era de vida fácil trajo a los agricultores una vida más difícil y menos satisfactoria que la de los cazadores del Paleolítico. Comenzó a transformarse el medio ambiente y la población empezó a crecer exponencialmente. El crecimiento demográfico constante, que se encuentra todavía sin control, provocó concentraciones humanas, tensiones sociales, guerras y crecientes desigualdades. La versión de que en el Neolítico aprendimos a domesticar las plantas y que se acabó el hambre es falsa. Todo esto, con el paso del tiempo por las edades Antigua, Media y Moderna, hasta hoy, fue empeorando con la aparición de monarquías, religiones, señoríos, caudillos, cruzadas y guerras sin fin, con el acompañamiento de hambrunas, pestes y ríos de sangre.

¿Qué hacer con la sequía? No se le ocurre a nadie otra opción que dejar de contaminar, transformar el sistema energético y denunciar a las multinacionales que afirman ser capaces de generar alimentos para quince mil millones de personas. También en el ámbito de estas reflexiones nos encontramos que no son pacíficas intelectualmente, tampoco las comparte el vicepresidente de Castilla y León.

En los tiempos que corren habrá que recurrir a Amazon y convertir en los adalides de la nueva ciencia al fundador de esta compañía, Jeff Bezos o a personajes como Elon Musk.

Otra posibilidad es consultar en internet o recurrir a la inteligencia artificial de forma que se pueda restablecer el orden natural entre sistemas vivos e inorgánicos, evitar que se pierda el equilibrio, mantener los hábitats de las especies, reciclar las basuras, evitar la contaminación de los ríos y los mares y soñar con la utopía. Ninguna de estas bondades las vamos a poder comprobar en mucho tiempo.

Jurista