Ya estamos en campaña electoral. Se supone que asistiremos a originales campañas. Aparentemente. En lo fundamental, las estrategias y sus contenidos comunicativos no van a cambiar. Porque (casi) todo el pescado está vendido.
La identidad partidaria con la correspondiente polarización esta firmemente extendida. Se vota al partido porque es su partido. Al margen de lo que haya hecho y de las cosas que diga que va a hacer, es su partido y se acabó. Esa radicalización identitaria provoca al tiempo la polarización en la confrontación electoral. Un sentido de pertenencia al partido asentado en una convicción contundente, alejada de justificaciones, debates, matizaciones, etc. que a su vez conduce a que su partido adopte en la campaña electoral la misma posición simple y radical. Así al votante otorga sentido a que su partido se presente como el bien… frente al mal.
Estricta polarización
Hablando del bien y de mal, nos dicen que por un lado están los que viven de una forma que les conduce a la gloria y por otro los que viven de una forma, por lo que parece, miserable, que les conduce al desastre. La política Díaz Ayuso, experta en majaderías, utiliza muy bien este discurso. Muy recientemente ha dicho que la gente de Madrid tiene un muy elevado índice de esperanza de vida por el estilo de vida que llevan; estilo que se sobreentiende impulsado y defendido por la derecha. Es una estupidez que incorporando, y al mismo tiempo superando, la categoría de mentira, logra alcanzar la cúspide del cretinismo. Pero que funciona porque hay mucha gente que sin mas cree que viviendo en Madrid, por vivir en el Madrid pintado por la derecha, van a morir más viejos. Y la votan
Hay movimientos, cambios de posiciones a la hora de votar que se salen de la identidad partidaria original. Sin duda la asunción de votar a otro partido está orientada por qué determinadas características y mensajes de esos otros partidos encajan con lo que el nuevo votante cree que debe hacerse. Pero también –y sobre todo especialmente– cuando los contundentes y limitados mensajes del partido facilitan la tendencia –el deseo– a establecer una identidad de partido firme, segura. Alimentarse de unas exaltadas y limitados y consignas. Podría haber una conversión más reflexiva. Pero no demasiado reflexiva porque resulta muy atractivo lograr una sólida, contundente, identidad partidaria.
Algunas causas de este acceso hacia la derecha se basan en la atracción que para viejos y nuevos votantes implican los mensajes centrales de la derecha. La defensa de la patria española. La defensa de los intereses personales del votante con la correspondiente defensa del rechazo a los cambios en general y a la oposición a la jerarquía social en particular. Funciona muy bien el mensaje en los votantes que ya tienen, pero también en crecientes sectores de lo que tienen poco o nada, que entienden que los políticos tiene mejorar sus condiciones su vida. Y que si los actuales gobernantes no lo hacen, por malos, porque no saben, o porque no le da la gana, hay que cambiar y votar a otros que dicen que lo van a hacer. Sin mas. Y finalmente defensa de un gobierno de autoridad y seguridad.
Todos ellos sencillos y tranquilizadores mensajes cuya combinación facilita la identidad partidaria.
Por el otro lado la identidad partidaria en la izquierda no sido tan contundente ni excluyente. El sentido de pertenencia se ha basado en más diversos aspectos políticas, antecedentes... lo que siempre genera más dudas y demasiadas perplejidades, además de lo correspondientes desencantos de la política llevada cabo por su partido.
Ello, entre otra razones, ha producido la desconexión del voto de la izquierda y el pase de su voto a la derecha. No solo abandono de su partido original sino de la convicción sobre la necesidad y defensa de una democracia participada socialmente, e igualitaria. Esta perdida en la concepción y lucha por una democracia sustancial en la participación social y que lucha por la igualdad es lo que más –subrayo– favorece a la derecha. Consuela a los perdedores de su abandono, de su desafección democrática, concediéndoles la defensa de sus intereses individuales, además de una identidad partidaria que les otorga seguridad.
Una recuperación del voto de la izquierda no funcionaría a través de construir un discurso de cuatro consignas dirigidas a provocar un proceso de identidad partidaria. Competir con la derecha con un discurso asentado en el mismo terreno de nación / economía / democracia formal / autoridad no parece vaya a cambiar el ya previsible panorama electoral. Recuperar el voto de la izquierda –de una izquierda transformadora social– exige una conversión estratégica. Un previo cambio discursivo sustancial que implique a su vez un cambio cultural dirigido a recuperar y extender una ideología y discurso de defensa de la verdad, de la igualdad y de lo común . Que tenga sentido votar a la izquierda porque la misma va a construir una deseable sociedad distinta a la actual. Así sería posible recuperar viejos votos de la izquierda moderada y radical perdidos, olvidados y muchos casos transformados en votos a la derecha.
Ello debería implicar una hiperconfluencia de todos los movimientos, grupos y partidos de la izquierda de la izquierda, que formulen una esperanza justificada, elaborada, de una estrategia alternativa. Así a través de esta transformación cultural, ampliar y recuperar sus votantes perdidos hacia el individualismo. Asumir ahora la viabilidad y necesidad de la política dirigida a transformación igualitaria y comunitaria de la sociedad. Reto largo para ponerlo en marcha. Implica nada menos que un cambio de conciencia social. Resulta necesario así algo más que una confluencia interpartidaria. Un trabajo colectivo de comunicación y debate social. Un proyecto tipo Sumar parece que va orientado en esta línea. Lo tiene difícil. Pero más que difícil, parece triste el comprobar las reticencias de algunos de algunas organizaciones de entrar en esta dinámica
En nuestra nación, para bien, los asuntos son distintos a los del Estado y también lo será la confrontación electoral. Algunas concretas diferencias
Actores. Peso y protagonismo de la izquierda muy superior a la del Estado. Por otro lado el partido de centro no tiene equivalente en el Estado y además su política es distinta respecto a la derecha española, quien afortunadamente aquí es, y no va a dejar de serlo, estricta marginalidad.
Tendencias. La izquierda tiene una identidad partidaria fuerte y el aumento de votos hacia el centro no proviene de antiguos votantes de izquierda desencantados que buscan con el voto una identidad partidaria fuerte asentada en consignas individualistas. Y el centro se apoya en un voto conservador que apoya una política socialdemócrata.
Así, a diferencia del caso español la campaña electoral no va a estar centrada en competir en ese terreno de las consignas de exaltación política antes señaladas . Se dará un debate profundo respecto a las medidas económicas y sus consecuencias sociales, pero distinto a como se da y dará en el escenario español . Aunque no se darán propuestas en el discurso electoral muy distintos a los que se han dado hasta ahora en otras competiciones.
Habría que hacer una matización respecto a en que nuestro caso solo hay elecciones municipales. Es la misma aparecerá como campaña especifica, distintas y originales referencias a políticas locales. Exigiéndolas, denunciándolas, etc. Sin embargo, permanecerán las estrategias comunicativas ligadas reforzar las identidades partidarias y las grandes propuestas económicas, sociales y nacionales.
Finalmente, desde otra perspectiva y pensando ahora en las elecciones generales, tampoco parece que la izquierda vasca se dirija, tras una confluencia de diversos grupos partidos y movimientos, a construir una estrategia alternativa de transformación sustancial. No parece que el papel jugado por la izquierda vasca exija hoy esa convergencia. Quizás algunos reajustes en las relaciones entre distintos grupos de izquierda, así como reforzar el discurso de transformación social, pero no parecería necesario la construcción de un nuevo sujeto político de izquierda.
Catedrático de Ciencia Política de la UPV/EHU