Hace días vi una instalación artística de la creadora vizcaína Zaloa Ipiña titulada Mingainatu, que es la traducción inventada al euskera del término lenguar referenciado por el sociolingüista Albert Bastardas Boada, con el que denomina el acto de crear lenguas desde una perspectiva de acción y movimiento, por lo que este incesante lenguar sería el constante creador de la diversidad lingüística humana en el espacio y tiempo. Mingainatu (lenguar) toma como referencia el planteamiento teórico de la ecología lingüística que tiene como objetivo el reconocimiento social de la igualdad y dignidad de todas las lenguas y de los grupos lingüísticos, poniendo fin a la jerarquización superioridad/inferioridad lingüística y a las ideologías expansionistas y dominadoras.

El concepto diversidad, recogido en múltiples lenguas minorizadas mediante un proceso intercomunicativo, apela a la ética lingüística entre individuos en sociedad y plantea las variables entre conservar (idioma objeto a salvar como folclorización y patrimonio) y cultivar (desarrollo variable, evolución y coevolución de la diversidad).

En el contexto actual, las iniciativas que abordan la sostenibilidad son frecuentes, no así aquellas que tratan este principio desde el punto de vista de la lingüística. Aunque primen las apelaciones desde la óptica medioambiental, la sostenibilidad es un concepto holístico que requiere una atención también desde la cultura y, en especial, de las lenguas, vehículo comunicativo entre individuos que está viviendo un momento trágico sin precedentes. La globalización ha acrecentado las diferencias entre lenguas predominantes y minorizadas, llevando a muchas de las segundas a desaparecer o ponerlas en gravísimo peligro de extinción. Al igual que se ha puesto especial hincapié en la salvaguarda de la fauna en peligro de extinción para no perder una biodiversidad que es necesaria, convendría hacer lo mismo en el caso lingüístico, ya que con cada lengua que desaparece se va una cultura y la diversidad se resiente seriamente.

El sentido de esta instalación artística de Ipiña entronca con el sentido de la celebración del Día Internacional de la Lengua Materna que se celebró hace dos semanas, iniciativa aprobada en la Conferencia General de la UNESCO de 1999 y se ha observado en todo el mundo desde el año 2000. Es sabido que esta institución cree en la importancia de la diversidad cultural y lingüística para las sociedades sostenibles. En el marco de su mandato en pro de la paz, trabaja para preservar las diferencias de culturas e idiomas que fomentan la tolerancia y el respeto de los demás. Las sociedades multilingües y multiculturales existen a través de sus lenguas, que transmiten y preservan los conocimientos y las culturas tradicionales de manera sostenible. Cada dos semanas, como promedio, una lengua desaparece, llevándose con su desaparición todo un patrimonio cultural e intelectual.

El 40% de la población mundial no tiene acceso a una educación en una lengua que hable o entienda. No obstante, gracias a la comprensión de la importancia que tienen las lenguas maternas, se han alcanzado logros en materia de educación plurilingüe, en particular desde los primeros estudios y el compromiso cada vez mayor de que evolucionen en la esfera pública.

Ese es también el objetivo de este Día Internacional: celebrar estas formas de expresar el mundo en su multiplicidad, comprometerse con la preservación de la diversidad de las lenguas como patrimonio común y obrar por una educación de calidad –en la lengua materna– para todos. Tras la Segunda Guerra Mundial y con el impulso de la enseñanza de segundas lenguas, los programas bilingües empezaron a ser considerados como alternativas educativas de interés y fueron surgiendo experiencias educativas innovadoras para asegurar el aprendizaje de al menos dos lenguas, de manera que los escolares pudieran participar de las lenguas y culturas mayoritarias al tiempo que mantenían y desarrollaban su propia lengua e identidad cultural. Este es el papel que jugaron las ikastolas desde su creación como alternativa educativa innovadora para el aprendizaje, desarrollo y mantenimiento del euskera en nuestro entorno.

Hoy constatamos que muchas escuelas internacionales y también los sistemas bilingües de las comunidades autónomas del Estado español logran resultados académicos iguales o superiores a los que consigue la escuela monolingüe tradicional sin que en ningún caso corra peligro la competencia en la lengua mayoritaria (ejemplo, los estudios PISA en las distintas comunidades autónomas bilingües referentes a lengua castellana).

Itziar Idiazabal, doctora en psicolingüística y catedrática del Departamento de Lingüística y Estudios Vascos de la Universidad del País Vasco, que en sus investigaciones estudia la adquisición del lenguaje por parte de niños bilingües y multilingües, considera que la única alternativa para que la diversidad lingüística sea viable es ofreciendo un desarrollo humano sostenible y próspero de manera global. En última instancia, no debemos olvidar que con la perdida de la diversidad lingüística, pierde toda la humanidad.

Todavía estamos lejos de un orden internacional que proteja el desarrollo lingüístico de todas las comunidades humanas; sin embargo, las lenguas son iguales en dignidad, igual que todos los seres humanos también lo son.

En nuestro entorno, las ikastolas fueron y siguen siendo un instrumento decisivo en la revitalización del euskera. Y además, gracias a su proyecto lingüístico abordan el tratamiento de las diferentes lenguas que se estudian en las mismas de modo integrado (euskera, castellano, inglés, francés; y en algunos casos, alemán), siendo el porcentaje de alumnado que obtiene certificaciones en estos idiomas otorgados por la Escuela Oficial de Idiomas espectacular, más del 90% consigue el B2 en euskera al acabar 4º de ESO y más del 50% el C1 en bachillerato. El porcentaje de alumnado que obtiene el B1 en inglés al acabar 4º es del casi 80%.

Su propuesta de construir un mundo que reconoce y se recrea en el pluralismo cultural y lingüístico desde el euskera sigue siendo necesario.

La escuela es un factor fundamental para que las lenguas minorizadas puedan sobrevivir y desarrollarse. Es una condición indispensable para generar autoestima a sus hablantes y prestigiar su cultura.

Director de la Federación Navarra de Ikastolas