Ayer se inauguraba en el espacio de arte Zas Kultur una muestra del artista vitoriano Gerardo Armesto (1949). De largo título Cuatro Figuras. La búsqueda del equilibrio. 1977-2022, la exposición recoge un trabajo experimental nacido hace cinco décadas, cuando Gerardo terminaba de cursar la carrera de Bellas Artes en Salamanca. Ahora, en Zas Kultur, retoma y concluye dicho proyecto. No puede ser fortuito que el círculo creativo de Cuatro figuras se cierre exactamente medio siglo después. Podemos conjeturar que el artista salda de alguna manera una deuda con ese trabajo inconcluso, o quizá, consigo mismo.
Detrás de Cuatro figuras hay un relato. Que recoge los perturbadores sucesos vividos por Gerardo durante unos días allá en Sevilla en 1977. Y, realmente, sin esa narración que aparece escrita sobre una de las paredes de Zas Kultur, la exposición se nos podría presentar como una mera muestra de dibujos.
El joven estudiante Gerardo conoció por entonces a J.L, un abogado que solía rondar por el piso compartido de estudiantes en el Armesto residía durante sus estudios universitarios. No les unían los lazos de la amistad, más bien compartían colegas comunes. Y como el piso olía a pintura, J.L sabía que Gerardo era un artista incipiente.
Una noche lluviosa, a eso de las tres de la mañana, suena el teléfono en la casa estudiantil. Armesto se levanta de la cama adormilado. Contesta. Al otro lado de la línea, J.L le habla desde una cabina telefónica, muy alterado. Le pide al artista que le haga en ese momento un retrato. “Apoyado en la pared y con el teléfono sujeto por la cabeza y el hombro, hice un dibujo, anotando al mismo tiempo, las cosas incoherentes que iba diciendo. De la conversación deduje que este muchacho, más que bebido, parecía estar ido.”, relata Gerardo. La conversación se corta, presumiblemente porque a J.L se le acaban las monedas. El suceso vivido le impide al artista pegar ojo esa noche.
Al día siguiente suena el timbre en el piso de estudiantes, el artista abre y el abogado irrumpe en la casa empapado, gritando incoherencias. Obviamente, estaba sufriendo un brote psicótico. Gerardo se ocupa de él y le lleva a casa de su madre. Nunca más el artista tuvo contacto con el abogado. Pero esta experiencia, ese encuentro inesperado con la locura, dejó una marca indeleble en la memoria de Gerardo. En días próximos al suceso Armesto comienza a trabajar una serie de dibujos de título Cuatro figuras buscando el equilibrio. En ella aparece un cuarteto de siluetas humanas colocadas de diversa manera intentando, como si se tratara de un ejercicio a resolver, equilibrarse compositivamente entre ellas, pero sin éxito.
Los dibujos, los documentos, el relato… conforman la muestra en Zas Kultur. Una muestra que se erige sobre la memoria. Que nos habla de la diminuta línea que separa la locura de la cordura y de la capacidad que tiene el arte para hacernos aceptar, quizá comprender, lo que desde otros ámbitos ni aceptamos ni comprendemos.