Uno, o sea, el que esto firma, que en su día se asomó a las Ciencias Políticas, se quedó con la copla de que el ejercicio de la política en términos democráticos es dinámico, creativo y firmemente basado en el acuerdo entre diferentes. El gobernante podrá tener el poder, pero no siempre la razón. El opositor tendrá el derecho a discrepar, pero no a costa de impedir el bien general. Lo que en estos tiempos, y desde hace años, se viene percibiendo en los grandes partidos españoles es, por una parte, el sentimiento patrimonial del poder y por otra, el ejercicio de la oposición como enfrentamiento. Y cuando este falso ejercicio de la política se prolonga en el tiempo y se envenena en su práctica, cotidiana, la crispación y el insulto acaban por trasladarse a la sociedad haciendo irrespirable la convivencia.
Hoy la política española es una especie de foto fija donde cada cual ocupa su espacio, el que le otorguen los votos, y desde él, sin moverse un ápice, se dedica a defenderse a coces o a embestir contra el adversario quien, a su vez, se empecina en la arremetida permanente. Entender la política como zafarrancho y trasladar a la sociedad la afición a la gresca no solamente enturbia las relaciones entre la ciudadanía, sino que nada tiene que ver con el noble ejercicio de la política que, según el diccionario de la RAE, en su cuarta acepción es “cortesía y buen modo de portarse”. Pero, como podemos comprobar, de cortesía nada. Aquí se trata de agazaparse a la espera de que el adversario meta la pata y saltar como un resorte para fulminarle. Hay entre estos políticos una memoria de elefante para echarle en cara al adversario sus errores, o sus trampas, con fiereza, machaconamente, hiperventilando, vociferando y, si fuera preciso, exagerando o mintiendo.
Lejos queda la práctica de la política tal como aquí la conocemos del juego limpio, del dinamismo, la creatividad y el entendimiento. Llevamos demasiado tiempo asistiendo al ataque feroz –que no al justo o merecido reproche– que responde a la Gürtel con los ERE, al desatino de Vox contra el aborto con el desmadre de la Ley del Solo sí es sí, a cualquier iniciativa de libertad o de justicia, o de equidad, con ETA y sus compañeros de viaje. Con una excelente memoria, los errores propios se tapan con errores ajenos, y quien dice errores dice trampas.
Tanto dura en el tiempo este “y tú más” que, o alejan al personal de los políticos, o se le contagia la agresividad y la desconfianza. Puesto a funcionar el ventilador de la mierda como estrategia, lleva a la convicción de que, a falta de argumentos, lo mejor es que todos queden pringados y el votante no los distinga y casi le dé igual. O lo que también ocurre es que el votante igualmente se radicalice y vote con las tripas con tal de que no ganen los otros.
Este absurdo y peligroso ejercicio de la política ha llenado nuestro espacio mediático y social señalando con el dedo a filoetarras, fascistas, ladrones, ventajistas, tránsfugas, feminazis, bolivarianos y gentes de mal vivir. Y lo malo es que todo este zoológico que para algunos políticos es casi un juego táctico, una especie de disfraz que se quitan en privado y se ponen en público, para el paisanaje viene a ser como una realidad inevitable que le encabrona y le condiciona la convivencia.
Ah, y todo esto pongámoslo en superlativo ahora que llega de verdad el tiempo electoral, que para los políticos de la bronca es como invitarlos a una boda.