Del DNI como documento de identificación se dice, metafóricamente, que sus renglones son rectos, para expresar el rigor y la rectitud de la información y datos que contiene: nombre, fecha de nacimiento…

También su proceso de expedición es conocido por su rigor, al igual que la norma del Código Civil que regula qué personas extranjeras pueden acceder a la nacionalidad española y, por tanto, a tener un DNI.

DIEZ AÑOS Y BUEN COMPORTAMIENTO

Concretamente, para obtener la nacionalidad española, a las personas extranjeras se les exige en general tres requisitos, además de mucha paciencia (porque el procedimiento dura años hasta conseguirla):

Primero, haber residido legalmente en el Estado durante 10 años de forma ininterrumpida (o alguno menos, dependiendo de las nacionalidades de origen o la vía de solicitud).

Segundo, demostrar un buen comportamiento cívico durante esos años (es decir, no tener antecedentes policiales ni penales).

Tercero, probar un grado suficiente de integración social (lo cual se prueba a través de un examen de castellano y de un examen de cultura general y conocimientos constitucionales del país).

Así lo marca la ley, que se supone (y así lo afirma el dicho popular) que es igual para todos. Sin embargo, el reciente caso de Lorenzo Brown ha vuelto a demostrar que dicha afirmación requiere un matiz: La ley es igual para casi todos.

PARA TODOS, NO. PARA CASI TODOS

Lorenzo Brown, baloncestista profesional, estadounidense de nacimiento y con una trayectoria deportiva en la NBA, fue nacionalizado español en julio de este año.

Hasta ahí todo en orden, si no hubiera sido porque esta nacionalización no se rigió por los requisitos arriba mencionados, ni mucho menos. Se tramitó por una vía exprés especial, llamada Nacionalidad por Carta de Naturaleza, que el Gobierno concede a dedo a quienes considera que son casos excepcionales. Considera caso excepcional, por ejemplo, el de un futbolista o atleta olímpico de origen extranjero a quien se quiere fichar para competir con la selección española, lo cual solo puede hacer si tiene la nacionalidad española. Entonces, el Consejo de Ministros aprueba en Real Decreto su nacionalización y, voilà, medalla de oro para el país.

Entre las medallas más recientes, está la conseguida en el Campeonato Europeo de Baloncesto Eurobasket 2022, gracias también al fantástico juego de Lorenzo Brown, todo hay que decirlo.

LOS ELEGIDOS

No me malinterprete. Me alegro por la victoria baloncestista. Sin embargo, es este sistema de nacionalización discrecional lo que me indigna. En los últimos diez años, se han nacionalizado por esta vía rápida 165 personas (sin tener en cuenta la concesión colectiva a los sefardíes). Al parecer, el Estado español nacionaliza por decreto a un científico por cada cuatro deportistas. 

En el otro lado están los miles de personas extranjeras que tienen que cumplir con los trámites rigurosos y rectos que se les exigen para lograr la nacionalidad. Según datos de marzo del Ministerio de Justicia, hay 259.000 expedientes pendientes de resolución. Uno de ellos es el de Martha Lucía, vecina nuestra, original de Colombia, que lleva 4 años y medio en espera de su nacionalidad. No sabe jugar al baloncesto, pero es una excelente cuidadora de personas enfermas del Alzheimer. Probablemente usted, como yo, conoce muchas martha lucias en su barrio.

RENGLONES TORCIDOS DE DIOS DEL CÓDIGO CIVIL

Estas martha lucías nos ponen delante el hecho de que tenemos un Código Civil escrito con renglones muy estrictos y rectos, pero que a veces se tuercen y fallan a la hora de tratar a las personas en igualdad.

Este símil de los renglones ya había sido utilizado por el escritor Torcuato Luca de Tena en 1979, en su novela Los renglones torcidos de Dios (cuya adaptación cinematográfica ha sido precisamente presentada este viernes en el Festival de Cine de Donostia). En su historia, ambientada en un hospital psiquiátrico, proponía que si efectivamente Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza, las personas con enfermedades mentales eran los renglones torcidos en los que se le había desviado la mano.

Literatura aparte, los renglones del Código Civil no pueden desviarse, y generar una ciudadanía de primera clase y una ciudadanía de segunda, a la hora de optar a la nacionalidad. Urge enderezar estos renglones y el resto de instrumentos jurídicos, para que la desigualdad no empiece ya con un DNI de líneas torcidas.