A pagar el volcán
Ha pasado ya prácticamente un año desde que aquel 19 de septiembre de 2021, a las tres de la tarde en Canarias (una hora más en la península), conocíamos la noticia de que acababa de entrar en erupción el volcán Cumbre Vieja, en la isla de La Palma. La erupción se detuvo después de 85 días de actividad, aunque, a fecha de hoy, las secuelas están ahí. Estos días los medios de comunicación nos hemos embarcado en intentar dimensionar el tamaño de dichas secuelas.
Cómo medir los desastres naturales
Para ello, medimos con datos y cifras las hectáreas finalmente ocupadas por las coladas. Informamos con rigor matemático del número de viviendas destruidas. Cuantificamos los miles de personas afectadas que vivían en aquellas casas, sus realojos y cuántas siguen todavía sin un hogar fijo. En resumen, documentamos los millones de euros en daños.
Y es que es más fácil medir en cifras lo que nos cuestan económicamente los desastres naturales, que medir los sueños enterrados por la lava o la desesperación de las familias afectadas. Así, la revista Forbes publica todos los años un ranking internacional con la lista de los desastres naturales más caros. En el año 2020, ocuparon el primer lugar las inundaciones en China (35.000 millones de dólares de pérdidas), seguidas del huracán Laura en EEUU y Caribe (18.300 millones de euros). El gobierno canario, por su parte, ha cifrado en casi 1.000 millones de euros las pérdidas sufridas por la erupción del volcán.
Visibilizar la solidaridad
La dimensión estratosférica de las pérdidas económicas a pagar invisibiliza, en ocasiones, la dimensión humana de la solidaridad ciudadana que se despierta cuando ocurren tales desastres naturales.
Sin embargo, aunque no se vea, esa dimensión humana está ahí y es impresionante. De hecho, cada vez que ocurre un desastre natural, son miles las personas que se movilizan para ayudar anónimamente a otras.
Pensemos en dos ejemplos próximos. El 19 de noviembre de 2002, hace 20 años, un petrolero llamado Prestige se hundió frente a las costas gallegas, generando un vertido grave que no tardó en llegar a las playas gallegas. Se contaron en miles las personas, de Galicia y de otras partes del Estado, que se volcaron en las tareas de limpieza del chapapote. El segundo ejemplo que traigo a colación ocurrió tras un terremoto que azotó a la localidad murciana de Lorca, el 11 de mayo de 2011. Nueve personas fallecieron, y varios miles tuvieron que ser evacuadas o perdieron directamente sus casas en cuestión de segundos. El apoyo que llegó desde todo el país fue tal, que en 2012 la localidad erigió un monumento para homenajear la solidaridad recibida.
Este mismo volcado de solidaridad que habíamos visto en Galicia y Murcia volvió a producirse en La Palma. Desde el archipiélago y otros muchos lugares, miles de personas respondieron, desplazándose hasta la zona a limpiar ceniza, o simplemente contribuyendo a la compra de productos para las familias damnificadas. Un ejemplo cercano lo tenemos en la vecina de Agurain Orietta Valladolid, que a fecha de hoy sigue recogiendo y enviando ordenadores portátiles a los colegios de la zona afectada.
Ranking de países más solidarios
Este ejemplo y otros son recogidos por la organización inglesa Charities Aid Foundation (CAF), que mide la solidaridad en 114 países. Para ello utiliza tres parámetros: la ayuda a personas desconocidas, las donaciones económicas y la participación en actividades voluntarias. El resultado es un llamado Índice Mundial de Generosidad, que ordena en un ranking los países analizados. En 2021 los dos primeros puestos de países más solidarios los ocupaban Nigeria y Camerún. Sorprende observar que el Estado español ocupaba el puesto 100º.
Somos una marea de gente
Más allá de este ranking, y volviendo al caso del volcán de la Palma, lo que está claro es que sin la solidaridad ciudadana durante y después de su erupción, el volcán no se habría apagado, metafóricamente hablando. Se habría apagado como erupción geológica, pero no como desastre que descompuso la vida cotidiana de tantas familias. En ese sentido, la solidaridad fue esa “marea de gente” que el cantante Macaco describió así en su tema Mensajes del agua:
Gota sobre gota somos olas,
Que hacen mares,
Gotas diferentes, todas iguales,
Remando al mismo compás.
Y es que una cosa es pagar el volcán, y otra cosa es apagarlo (siguiendo con el juego de palabras del título de este artículo). Para contribuir a pagarlo y a apagarlo, artistas regionales, nacionales e internacionales han donado 186 obras que, bajo el título Proyecto Volcán, se han reunido en una exposición y un libro colectivo. Una de esas obras, firmada por Damián Rodríguez, es la que acompaña este texto. Representa ese mar que tenemos capacidad de ser, y que realmente somos.