l senador Alberto Núñez Feijóo se estrenó como líder del PP tras la rebelión contra Pablo Casado avalando el pacto de su partido con Vox en Castilla y León mediante el que metía a la extrema derecha en un gobierno, algo inédito que asombró en Europa. Como Feijóo ha excusado hacer de "comentarista" (sic) de "descalificaciones y exabruptos" como los escupidos por el vicepresidente de la Junta castellano-leonesa, Juan García Gallardo (Vox), y tampoco el presidente Mañueco ni nadie del PP está dispuesto, alguien tiene que hacerlo. El que suscribe se atreve, faltaría más. Oso hacerlo, además, "como si fuera una persona como todas las demás", y no un "comentarista" de pacotilla, que al parecer es lo que soy. Esto de despreciar a la gente y perdonarle la vida es muy de la derechona. La campaña de Vox para las elecciones en Castilla y León tenía como lema Siembra. Era un guiño, claro, al mundo del campo, entonces tan de moda -¿qué fue de aquella algarabía electoralista?- por lo de la España vaciada, la polémica de los toros, la carne, la ganadería y las granjas, etc. Pero era también un mensaje subliminal: la extrema derecha irrumpía para plantar su simiente. La semilla del diablo. Otros se han encargado de regarla, de abonarla con más detritus, de ponerla (aún más) cara al sol, de cuidarla. Inmigrantes, feministas, homosexuales, discapacitados, independentistas, malos españoles, dependientes... cualquiera que no sea "como los demás" es objeto de sus insultos pero sobre todo, y aún más grave, de sus políticas. No, señor Feijóo, no son solo "exabruptos": es el discurso del odio. ¿Qué esperaba Mañueco? ¿Qué esperaba Feijóo? ¿Qué espera el PP? Obviamente, no se atreven a desautorizar a Gallardo -que, pese a su apellido, no ha tenido la gallardía de pedir perdón y/o dimitir- porque van a necesitar a la extrema derecha en Andalucía. Otra semillita. El PP tiene la responsabilidad histórica de decidir. De momento, ha optado por blanquear y normalizar a la extrema derecha: está incubando el huevo de la serpiente, como erróneamente tantas veces ha sucedido a lo largo de la historia del mundo. Solo hay que fijarse en Vladímir Putin. Se lo dice un comentarista, una persona como todas las demás. l