stimacionesapuntan a que de cada un 1% que crece el PIB de un país, un porcentaje cercano al 70% de ese crecimiento lleva aparejado un aumento del consumo de energía y bienes materiales. Según la Comisión Europea, la enorme necesidad de recursos está sometiendo al planeta a una presión extrema, y es la responsable de la mitad de las emisiones de GEI y más del 90% de la pérdida de biodiversidad y del estrés hídrico. Otras estimaciones apuntan a que la depredación de la naturaleza crece a un ritmo del 2,8% anual. Eso significa que en una generación consumiremos el doble que hoy, y en 25 años habremos consumido tanto como en toda la historia del ser humano.
El siglo XX fue una época de notable progreso para la civilización humana. Impulsada por los avances tecnológicos y por el crecimiento demográfico y económico, la extracción anual de materiales de construcción se multiplicó por 34, la de minerales por 27, la de combustibles fósiles por 12, la de biomasa por 3,6, y la extracción total de materiales fue unas ocho veces mayor, mientras que el PIB se multiplicó por 23. Todo bien ¿no? Hasta que uno se da cuenta de que si hoy China tuviera la misma tasa de automóviles que EEUU consumiría la totalidad del petróleo del mundo, o que la demanda de minerales que requiere nuestro modelo económico actual de 2016-2050 podría ser mayor que las reservas existentes en el planeta para elementos tan numerosos como la plata, el cadmio, el cobalto, bromo, cobre, balio, litio, níquel, manganeso, plomo, platino, teluro o zinq. Nuestra forma de vida basada en el hiperconsumo y en el desperdicio ha sido posible cuando la cantidad de recursos es ilimitada. Proyectemos qué pasará en el mundo en el año 2050, y pensemos si resulta factible que 9.000 millones de personas vivan con el ingreso medio y estilo de vida de una persona europea actual.
En esta línea, los datos apuntan a que quien piense que la innovación y el desarrollo tecnológico va a salvar el expolio planetario actual se equivoca. Todo estudio serio termina en gráficos con figuras de pinza y /o boca de cocodrilo. La innovación no va a ser capaz de revertir el drenaje. Por tanto, si la idea de futuro es que crezcamos a razón de un 5%, parece claro que estamos llegando al límite.
La idea de abundancia en relación a ciertos recursos va a acabar, no porque lo diga ningún agorero de ideología verde o los Hare Krishna. Los precios de la energía, combustibles fósiles y distintos elementos de la tabla periódica ya nos hacen ver que su cantidad es finita y limitada. Quien tenga dudas, que analice las tasas de retorno energético de distintas soluciones existentes. Por tanto, todo parece indicar que la economía, al margen de la fiesta especulativa que lleva aparejada en la actualidad, se va a convertir en la ciencia que administre una serie de recursos que, cada vez, serán más escasos. Como se va a tener que administrar lo escaso, el tratamiento ideológico que se puede aplicar al asunto no tendrá demasiado recorrido. ¿Estamos preparados? Con el modelo mental actual, diría que en ningún modo. A día de hoy, diría que no sabemos hacer otra cosa. Estamos enfrascados en una lógica donde la palabra prosperidad está sí o sí aparejada a un crecimiento económico que socava los recursos naturales a pasos agigantados y está alterando el clima. Un modelo mental que lleva aparejada una disyuntiva de difícil salida, y al denominado como dilema del crecimiento: O el sistema económico se va a la mierda, o mandamos el planeta al carajo. No parece sostenible vivir creciendo indefinidamente, pero tampoco podemos vivir sin crecimiento. No gastar el dinero y/o ahorrarlo desacelera la recuperación o el buen funcionamiento del sistema económico, porque a un modelo económico basado en el crecimiento perpetuo hay que darle de comer. En su defecto, quien no come somos nosotros. Entretanto, que la música siga sonando nos ha metido en una especie de rueda de hámster que nos empuja a una perversa lógica hiperconsumista de necesitar tener más, y tener que gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones en personas a las que no les importamos.
Aunque la productividad energética se haya disparado, todo parece indicar que tasas de crecimiento perpetuas de 3 y 4% serán insostenibles. En el futuro, habrá que cambiar a tasas que nos permitan administrar de escasez, lo que hará que nos acostumbremos a crecimientos inferiores al 1%, y en años excepcionales entre 1 y 2. La administración de los recursos escasos hará que necesariamente tengan que regularse el uso de los mismos y, en ciertos aspectos, la regulación vía precio no va a ser posible. En la medida en que los recursos sean escasos, todo uso de los mismos que no beneficie a la colectividad tendrá que ser evitado, y ahí está el problema. Parece que el futuro requerirá un concepto de prosperidad con un sentido distinto al de satisfacer una interminable lógica hedonista de compra continua para dar cauce a necesidades que, en verdad, no nos aportan nada. En la lógica actual, incrementamos el endeudamiento y eso posibilita el consumo. El problema es cuando no se crece porque la capacidad de endeudamiento se agota, o se soporta bajo unos pilares de barro.
Las distinciones que establecen algunos economistas resultan de interés al diferenciar desarrollo (mejora del bienestar + crecimiento económico material), maldesarrollo (crecimiento económico material sin mejora del bienestar), subdesarrollo (crecimiento económico material inexistente y ninguna mejora del bienestar) y desarrollo sostenible (mejora del bienestar y desarrollo económico no material). Y aquí entran los conceptos de desacoplamiento y decrecimiento. El desacoplamiento de los recursos significa reducir la tasa del uso de recursos por unidad de actividad económica, o que la tasa de crecimiento del parámetro ambiental correspondiente (recursos usados o alguna medida de impacto ambiental) sea inferior a la tasa de crecimiento de un indicador económico correspondiente (por ejemplo, el PIB).
No es una cuestión de optimismo o pesimismo, es una cuestión de realidad. Es materialmente imposible que todas las familias del mundo sigan teniendo los bienes materiales que tienen las clases acomodadas occidentales. Con el nivel de tecnología actual, si el planeta tuviera 2000 millones de habitantes se podría continuar viviendo en la abundancia, pero con 7000 millones o 9000... Todo indica que se necesitarán reducciones sustantivas en los recursos requeridos por las actividades económicas para que la población mundial en expansión pueda vivir en condiciones de manejo sostenible de los recursos. La otra es, mirar hacia otro lado y que sean las generaciones siguientes las que paguen el pato. Pintan bastos. l