ndalucía ya no es el "granero de votos del PSOE", topicazo que se desbarató a cuenta de los errores y corrupciones de los pupilos de Felipe y Guerra. Andalucía, quién lo iba a decir, pasó a manos del partido que representa al otro topicazo andaluz, el de los terratenientes y señoritos. En 2018, "cautivo y desarmado el ejército rojo", tomaron el poder el PP, Ciudadanos y, agazapado, Vox. O sea, la derecha de toda la vida con el apoyo de la ultraderecha postfranquista. Pues bien, aprovechando el viento a favor de las encuestas, del supuesto talante sosegado de Feijóo y el vendaval populista de Ayuso, Juan Manuel Moreno Bonilla, el campechano Juanma, presidente de la Junta, ha convocado elecciones anticipadas.
Apenas si a la izquierda le ha dado tiempo a lamerse las mataduras del desastre de 2018, y si el PSOE cuenta para capear el chaparrón electoral con una cierta calma interior y el impulso de gobernar España, el resto de la izquierda -la izquierda real, si me apuran- ha intentado salvar los muebles con una lista conjunta de todos los partidos a la izquierda del PSOE; una lista que englobaría nada menos que a Podemos, IU, Más País, Equo, Iniciativa por el Pueblo Andaluz y Alianza Verde. Por Andalucía, iba a llamarse el invento. Así, a botepronto, aquello sonaba bien.
El problema de las coaliciones electorales llega siempre a la hora de ocupar lugar en la nómina, del orden de los puestos, del reparto de cargos y de las remuneraciones futuras. Es muy posible que las formaciones más modestas de la alianza se contentasen con la sola posibilidad de estar representadas en un partido significativo en la futura gobernanza de Andalucía, sin mayores demandas representativas, pero IU y Podemos, con ámbito estatal, fueran más tiquismiquis en sus exigencias. IU, por su histórico ascendiente en la política andaluza; y Podemos, por su afición a creerse la única izquierda renovadora. La cosa es que, mientras unos iban con las consultas a Madrid y volvían con el libro de pretensiones, mientras los tos otros se aferraban al orden autóctono en listas, cargos y reparto de rentas, entre ponte bien y estate quieta se les pasó la fecha tope para la inscripción ante la Junta Electoral y quedó Podemos fuera del equipo. De ahí para adelante, recursos y apelaciones, súplicas y golpes de pecho, pero no ha habido nada que hacer y el Por Andalucía nace cojo y medio acéfalo.
Una vez más, eso de la izquierda unida sigue siendo un oxímoron, o sea, una figura retórica que usa dos conceptos opuestos entre sí. Izquierda Unida y Podemos andan a la greña culpándose mutuamente del descalabro que, peor aún, no es nada nuevo en ese espectro de la política española que es capaz de generar las mayores ilusiones y acto seguido autodestruirse sin piedad. Lo peor es que no se trata de dirimir diferencias ideológicas, sino de afán de destacar.
No hay manera de que prospere ninguna iniciativa conjunta desde la izquierda, mientras la derecha extrema y la ultraderecha se pitorrean de la incompetencia progre y se frotan las manos con las encuestas. No hay manera, insisto, de que una coalición de izquierdas funcione medianamente bien, mientras se regocijan los comisionistas, los aprovechados y los fachas de caseta, fino y faralaes en la Feria de Abril. l