n grupo de expertos en el ámbito educativo aboga por reformar la Selectividad hacia un modelo que fomente el razonamiento. Aseguran que las pruebas actuales son memorísticas en exceso y que se echa de menos en el entorno universitario un alumnado con alta capacidad de pensamiento crítico. Defienden que, en ocasiones, un 4,5 no es determinante para demostrar los conocimientos de una persona y que, además, entre esa nota y el 5 la muga es demasiado grande y poco realista. Mi Selectividad fue parecida a la actual. El sistema educativo memorístico encontró en mí a una alumna estupenda, capaz de atesorar en su cerebro folios y folios de apuntes que luego plasmé en los exámenes con gran pulcritud, abriéndome así la puerta a estudiar lo que quería. Si alguien me preguntara ahora sobre alguno de los temas que tuve que desarrollar, me quedaría en blanco. Como si me preguntaran sobre muchas cosas que tuve que aprender y que después no he utilizado jamás en mi vida. Por supuesto, mis estudios me sirvieron de mucho pero de ellos escogí lo que me apasionaba, que es lo mismo que me sigue apasionado. El enfoque de la Educación como un currículo a cumplir, una pila de conocimientos a adquirir y, sobre todo, una obligación que se evalúa con un número, supone para mí la lenta muerte de esa curiosidad tan potencial y motivadora. Cuando veo el placer que produce en mis hijas el descubrimiento de su propia autonomía y la capacidad que tienen para exprimir todo lo que les ofrece una simple propuesta en forma de juego, las envidio. Envidio su entusiasmo. Envidio su cerebro abierto de par en par. Envidio esas constantes conexiones neuronales que construyen su razonamiento. Es imposible no influir en todo ese proceso como educadoras. Pero sí es posible potenciarlo, cuidarlo, protegerlo. Igual lo que nos pasa es que, en el fondo, el pensamiento crítico es tan molesto...
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