uitar una vida humana vale cuatro años de cárcel. Ese ha sido el precio, al menos vía sentencia, de la muerte de Mohamed, un joven de 18 años que fue asesinado en Vitoria hace más de un año. El agresor, otro chico de prácticamente la misma edad y nacionalidad que la víctima. Durante el juicio, el victimario reconoció ante el jurado popular que atacó a Mohamed con intención de matarlo porque salía con su exnovia. Eso tras decir, primero, que no, que lo que quería era causarle "solo" una herida en el hombro. Y así, con las rebajas recién terminadas en las tiendas, pero no, según parece, en algunas salas judiciales, el admitir la culpabilidad le ha supuesto al victimario una reducción del tiempo que estará en la cárcel. En total, de los diez años iniciales pasará cuatro entre rejas y luego será expulsado a su país de origen.
¿Se imaginan una sentencia similar siendo ambos protagonistas naturales de nuestro país? Veamos. Un chico de 18 años de Gasteiz mata a otro de su misma edad y también de la capital alavesa porque salía con su exnovia. Total cuatro años de cárcel y a otra cosa mariposa. ¿Cómo nos posicionaríamos como sociedad ante una noticia así?
Habrá quien reflexione para sus adentros, espero que no en voz alta, que bueno, visto de esa manera, quizás hasta haya una ventaja social en que el agresor extranjero deje de formar parte de nuestra sociedad y pase a ser el problema de otros. Y, con ello, no haremos más que ahondar en la gran desventaja de vulnerabilidad que ya sufre una parte de nuestra -y digo nuestra- población sólo por venir de donde vienen.
La vida no tiene precio. Su valor es incalculable. Por ello, deberíamos reflexionar y sentir mucha indignación ante condenas en las que asesinar tiene igual resultado penal que ser autor de un robo con violencia (Zaragoza, 2021), por falsedad contable y estafa (Badajoz, 2022) o que un delito de lesiones (Santander, 2022).
Descanse en paz Mohamed. Sea este artículo una reivindicación a la justicia de tu memoria que tristemente no se ha logrado mediante la ley.