por si fuera poco, cada día se complica más la situación. El covid y postcovid, los precios, la guerra y la huelga. Ya sólo nos falta que nos llueva una plaga de langostas. Como nos anunciaba una guerra, la cual afecta directamente al abastecimiento de gases y combustibles, se ha producido una huelga de transporte que dificulta mucho más la situación actual de la población.
Desde hace unos días y, por lo que podemos vislumbrar, hasta dentro de unos cuantos más, las preocupaciones de los ciudadanos aumentan ya que, no sólo tenemos que estar pendientes de a qué hora ponemos la lavadora o encendemos la luz, sino que hemos de buscar el supermercado más cercano para consumir la menor cantidad posible de combustible y hacer el camino a nuestra compra sabiendo la subida de precios que nos espera al llegar, motivada por esta huelga de transporte.
¿Acaso no hemos aprendido nada? Durante la pandemia ya vivimos esta histeria en la que comprábamos más de lo necesario, y estamos volviendo a hacerlo, lo que supone que aquel que viene detrás de nosotros se encuentre con los estantes del supermercado prácticamente vacíos.
Hay que tener en cuenta que el paro de este sector no conlleva exclusivamente la falta de stock de algunos productos, una sensación generalizada de inseguridad y parones en carretera producidos por los piquetes, sino que está provocando el cese de actividad tanto en fábricas de empresas considerablemente importantes a nivel nacional como pequeñas embarcaciones que no salen faenar porque no cuentan con transportistas que hagan llegar su género hasta las lonjas.
Una reacción en cadena y prorrogada algo más en el tiempo puede poner en peligro no sólo nuestro bolsillo o nuestra alimentación, sino también nuestro puesto de trabajo. Cuidado, que los parones de actividad suelen ir acompañados de minoración de ingresos y de prestaciones.