ntre los sonidos por los que será recordado en el futuro este mes de marzo, las bombas en Ucrania, las proclamas saharauis y las protestas de transportistas en huelga ocuparán un lugar importante.
También serán recordados los discursos feministas y las consignas coreadas en las multitudinarias manifestaciones este 8 de marzo. De entre ellas, me quedo con las voces del coro vasco de gitanas Gure Golé, cantando en euskera desde una escalinata y ante las miles de manifestantes en Bilbao, el himno feminista de mujeres en pie, Zutik, emakumeak! Me quedo con la voz potente de Tamara Clavería, al frente del coro y presidenta de la Asociación de Mujeres Gitanas de Euskadi Amuge, clamando "Nuestra voz canta nuestra resistencia. Porque fueron, somos. Y porque somos, serán".
La fuerza emotiva de este mensaje caló en ese momento y sigue calando entre el público, allá donde actúa el coro Gure Golé. Este coro, integrado por 10-13 mujeres gitanas, ya desde su propio nombre defiende la convivencia de identidades culturales en Euskadi: gure (en euskera) + golé (que significa voz, en romaní).
Por ello, la ovación rotunda y los aplausos largos a sus voces corales (el pasado 8 de marzo y, en realidad, cada vez que actúan) tienen algo de reconocimiento del daño que la sociedad inflige a las mujeres gitanas en particular y al pueblo gitano en general. Y es que el antigitanismo sigue siendo una de las patologías sociales más graves y crueles en la actualidad.
Para demostrarlo, un estudio realizado por Amuge recientemente medía con números la discriminación que sufren las personas gitanas en Euskadi. Concretamente cuantificaba el trato discriminatorio que reciben las mujeres y hombres gitanos cuando entran en un establecimiento comercial, y son perseguidos por el personal de la tienda o de seguridad, que presupone que van a robar.
El trabajo de campo de la investigación empezó por organizar varios grupos de chicas voluntarias, gitanas por un lado y payas por otro, que entre los días 26 de octubre y 15 de noviembre del año pasado entraron en 15 supermercados y 5 centros comerciales en Bizkaia. Su cometido era observar y grabar cómo eran tratadas unas y otras. Los resultados del experimento fueron demoledores.
En 8 de cada 10 tiendas, las personas gitanas sufrieron actitudes criminalizadoras, que las personas payas en ningún momento sufrieron. "Los trabajadores y trabajadoras de los establecimientos nos persiguieron por los pasillos, pidieron refuerzos cuando pasamos por la perfumería, llamaron a seguridad porque les parecía que llevábamos demasiado rato mirando ropa", relata Tamara Clavería.
En resumen, se vivió lo que se vive cada día cuando se es una persona gitana. "Se vive así desde que eres una niña, en el colegio, en la consulta médica, cuando buscas trabajo, o un piso de alquiler... Sin embargo, que lo tengamos normalizado no significa que no nos duela. El dolor que provoca el racismo es equiparable al de un daño físico. Nos enferma", concluye Clavería.
Ante esta realidad discriminatoria, el Gobierno Vasco presentaba este pasado lunes la nueva Estrategia Vasca con el Pueblo Gitano 2022-2026, coincidiendo con el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.
La comunidad gitana, por su parte, incidía en la necesidad de seguir luchando contra su persecución histórica. Entre las herramientas para combatirla, a veces se utiliza la denuncia. Otras veces es la sensibilización o la pedagogía social. En el caso del coro Gure Golé, es la voz.
De hecho, en esto consiste el sentido último de su mensaje: no responder al odio con odio. Responder con música, en lugar de hacerlo con ira. Hacerlo con una canción. Por muy naif o ingenuo que suene, vuelve a demostrarse el poder que tiene un coro musical para resquebrajar las fobias sociales.
Además, si esa canción es en erromintxela (lengua vasco-romaní) y esa canción es feminista (pronto podremos escuchar a Gure Golé versionando el Sobreviviendo de Celia Cruz), la música no solo logra romper las fobias. También logra coser nuestras vivencias cotidianas y nuestras identidades diversas, para que nadie se quede atrás, sin voz.
He empezado este artículo describiendo la ovación recibida por las mujeres del coro Gure Golé en la manifestación del pasado 8 de marzo. No quisiera terminarlo sin recordar que estas 13 integrantes del coro, cuando se apagan los focos y se cierran los micrófonos, vuelven a la realidad de una sociedad en la que no todo el mundo termina de quererlas. ¿No toca ya deshacernos de prejuicios carcas y de ese antigitanismo rancio que tanto daño hace?
No basta con las medidas institucionales contra la discriminación, si en el terreno emocional del tú a tú no nos implicamos. Ojalá que la próxima vez que veamos a una mujer gitana perseguida por el personal de seguridad en un supermercado, las personas no gitanas nos mojemos y protestemos por esa actuación discriminatoria.
Porque no es suficiente con aplaudirles cuando ellas cantan y nos enCantan. El apoyo a la batalla del pueblo gitano contra la discriminación no puede ser solo una larga ovación.
No responder al odio con odio: sentido último de su mensaje
Aplaudimos cuando ellas cantan y nos enCantan. ¿Es suficiente?