egún el historiador israelí Yuval Harari, a lo largo del siglo XX han existido tres grandes relatos que han servido como sustento tanto para explicar el pasado como para interpretar el futuro: el relato fascista, el relato comunista y el relato liberal. Harari afirma que la Segunda Guerra Mundial dio por amortizado el relato fascista, y que desde los años 40 nos quedó la pugna entre el relato comunista y el liberal, quedando este último como el dominante en Occidente. Pero, visto el percal actual, a mi juicio existen razones para afirmar que el contexto se parece más a una mezcolanza de los tres, donde se intercalan tanto el éxito como el fracaso de cada uno de ellos en un resultante lejano a las consignas, a menudo simplistas, que manejan quienes defienden fervorosamente cada una de las canciones. Veamos.
Parece evidente que las experiencias de organización económica bajo lógicas de planificación centralizada se han caído en el pasado y están cayendo por su propio peso. Ya lo anticipó Hume en el siglo XVIII: "Dividamos las posesiones equitativamente y veremos cómo los individuos que tienen arte, esmero y aplicación rompen la igualdad. Si se pone coto a esas virtudes, se reducirá el progreso del colectivo en su conjunto. Si se opta por un control centralizado de los mismos, pronto degenerará en una tiranía, ejercida con graves favoritismos". Como posteriormente nos enseñó Antonio Escohotado, el jardín comunista partió de sustituir oferta y demanda por una provisión de lo necesario. Dividir el mundo en pobres y ricos no se sostiene ya sobre la simpleza de lucha de clases propuesta por Marx, en la medida en que el hecho de que ser próspero o indigente deriva más de suerte, empeño y dedicación, y cada vez menos del lugar prefijado por nacimiento.
Por lo demás, negar que gran parte del planeta sigue pivotando en lógicas centralistas y/o tiranías no resulta fácil. El fascismo de nuevo cuño campa a sus anchas por el planeta. Desde repúblicas socialistas de partido único como China, Vietnam o Cuba, monarquías como Arabia Saudí o Qatar, o democracias como Venezuela, Somalia o Libia. Según el índice de la organización intergubernamental (IDEA), 32 países todavía viven bajo una dictadura, y gobiernan al 28% de la población mundial.
Prueba de los modelos de relatos híbridos es China. Contraria a asumir derechos fundamentales de libertad individual en cuanto a su política interna, mientras que abandera las máximas liberales en clave de forma y fondo de comercio y desarrollo económico en el exterior. Rusia, en cambio, ofrece un modelo alternativo consistente en que una oligarquía monopoliza la riqueza y el poder de un país, utilizando el control de los medios para perpetuarse en el poder.
Las pruebas de que la realidad se va escapando progresivamente de relatos simples son cada vez más abundantes. El auge social que permitió ponerse a Trump como presidente, el que hizo que el brexit prosperara, o el que explica la reciente explosión de un partido como Vox resulta llamativo. En cierta parte rechazan la parte globalizadora que llevaba implícito el liberalismo y, en su defecto, en pleno siglo XXI proponen que la forma de preservar la prosperidad es creando muros y generando políticas proteccionistas. Las consignas populistas de los de Trump, Farage o Abascal hacen alusión a absurdos lemas como "hacer América grande otra vez" o a consignas aludiendo a que "un tiempo pasado fue mejor", como si en aquel entonces las sociedades tuvieran más prosperidad que ahora, o como si ello fuera algo factible en tiempos de Internet y el calentamiento global.
En esta tesitura, desde 2008 el mundo parece haberse desilusionado con el relato liberal, y la noción de que un menor control de los estados y/o entidades supraestatales en la economía es el camino para una prosperidad global se fue al garete. Los mercados funcionan porque las elecciones que hacemos como consumidores a la hora de comprar un producto y no otro proporcionan a las empresas y fabricantes los incentivos y las pautas adecuadas para producir exactamente lo que se vende. No obstante, factores como el poder de la escasez, las externalidades y la información privilegiada trastocan esa idílica visión de las bondades del efecto regulador de la mano invisible. A ello hay que añadir que el problema del relato liberal, soportado por la connivencia de un permanente y exuberante crecimiento económico infinito, es que no está sabiendo dar una respuesta a los principales problemas que asolan el planeta. Entre ellos, el más que previsible colapso ecológico.
Tal y como afirma Harari, el relato liberal ha tratado de reconciliar proletariado/burguesía, ateos/religiosos, nativos/inmigrantes y europeos/asiáticos prometiendo a todos un pedazo mayor de la tarta. Todo ello bajo la pretensión de que la tarta crecerá de forma indefinida.
A eso hay que añadir que el sistema actual, mucho mejor preparado para lidiar con la revolución industrial, debe lidiar con la revolución de las tecnologías de la información y digitalización, así como con la biotecnología, cuando ni los políticos ni la ciudadanía apenas las comprenden... como para saber regularlas.
Las redes de blockchain y las criptomonedas amenazan con revertir el sistema monetario internacional, lo cual requerirá reformar los sistemas fiscales de manera inevitable. La ingeniería genética, la inteligencia artificial, el machine learning... Y de mientras, las personas profanas se preguntan... ¿dónde quedo yo en todo esto?
Tal y como apuntaba Fukuyama en su "fin de la historia", quizás las revueltas populares del futuro no serán en contra de una élite económica que explota a las personas, sino contra una élite que ya no las necesita debido a que la tecnología hace lo que hacían más rápido y mejor.
Todo parece indicar que el futuro requerirá de nuevos modelos económico, social y político. Entre otras cuestiones, porque la revolución tecnológica es posible que deje fuera del mercado a un número creciente de personas. Esperemos que ello no derive en una clase inservible que ninguna ideología o relato actual ha sido capaz de dar una respuesta válida. Quizás el problema del relato sea precisamente el pretender simplificar con una narrativa sencilla un contexto, el actual, mucho más complejo como para definirlo de forma simplista. Malos tiempos para la lírica.
Mondragon Unibertsitatea. Investigación y transferencia