e comento a ama que varias personas me preguntan si le ha pasado algo, que parece que no hablo con ella. Contesta que charlamos casi todos los días y que si no lo cuento es porque considero que no aporta nada. Le digo que, siendo relevante lo que dice, me gusta contar mi parecer sin necesidad de transmitir siempre lo que ella piensa, que la columna está a mi nombre. Asiente aunque le veo molesta.
Aclaradas las cosas comentamos la actualidad y me pregunta a ver qué pasa con el PP, que donde está ha oído juramentos. Aunque no me interesa el tema, intento explicarle lo poco que sé, un relato estupefaciente de cuchilladas entre miembros de un partido acostumbrado a faltar al respeto al resto de partidos. Me dice que lo esperaba y que, aunque no cuento sus ideas, siempre me dijo que, si tras un liderazgo fuerte de cualquier partido surgen discrepancias entre candidaturas para la sustitución, cualquiera que salga ganador nunca será líder sólido y acabará cayendo hasta que le sustituya otro a quien todas las partes pidan que lidere un nuevo proyecto común. Le pregunto por qué sabe eso y contesta que simplemente observa, que mucha gente en los partidos ambiciona colocarse y apoya a quien cree le acomodará, pero en el momento en que hay más de un colocador llegan zancadillas, envidias y traiciones que animan en el partido a aplicar la máxima de "cuerpo a tierra que vienen los nuestros". Le pregunto que, si es tan lista, qué pasará en el futuro, y dice que, tras unos días de suicidio a cuchilladas y lanzallamas, cuando Casado termine calcinado y Ayuso con heridas, aparecerán quienes pidan a alguien que apacigüe aquello poniéndose al frente para colocar a todos. ¿A quién pondrán?, le pregunto. Como no cuentas lo que te digo, tus lectores no saben que ya te dije hace dos años que apuntaras el nombre de Feijóo. Y con Maroto, ¿qué pasará?, se descojona. Corto y cierro.