ker Arroniz, uno de los responsables de los proyectos Jimmy Jazz y Kubik, proyectos relacionados directamente con la música en vivo, esbozaba en una reciente entrevista un tenebroso paisaje del sector al que pertenece. Después de dos largos años de la aplicación de unas medidas sanitarias que todos conocemos, contaba el gestor que se sentía como un capitán achicando continuamente agua en un barco que se estaba hundiendo sin que las vías por las que esta entraba se cerraran. Como Sisifo, pero en versión marina.
Hace unos meses, la Bascongada analizaba en una mesa redonda el futuro de las artes tras este interminable espacio temporal de fuertes restricciones. Uno de los invitados era Juan Uriarte, gestor de la sala de conciertos Hell Dorado. Su intervención no dejó inmutable al público asistente pues al explicar Juan cómo estaba sobreviviendo su espacio en estos tiempos de onda crisis, se le caían literalmente las lágrimas.
Cuando un barco emite un SOS, cualquiera que lo escuche debe de acudir a su rescate. Los códigos penales de todos los países del mundo consideran como delito "la omisión del deber de socorro". Pues bien: el sector musical de nuestro territorio está emitiendo claras señales de socorro y deberían, por lo tanto, de ser respondidas con premura.
Algunos pensarán que las salas de conciertos no dejan de ser empresas. Bien, en calidad de empresas deberán de ser socorridas. Pero, además, no debemos olvidar que los músicos, las bandas, necesitan de espacios en los que poder desplegar sus creaciones sonoras. Hablamos por lo tanto de cultura. Sin infraestructuras culturales, tanto públicas como privadas, el hecho cultural no podrá brotar. Se necesita la tierra y el abono que aquellas aportan.
Leíamos esto en un reportaje realizado a una de las personas del equipo de la empresa con sede en Bilbao Last Tour Internacional, firma encargada de poner en marcha el Azkena Rock: "Nos echamos las manos a la cabeza porque Last Tour recibía mucho dinero público. Yo mismo, personalmente, he criticado cuando estaba dentro y cuando he estado fuera que esos eventos no tuviesen un carácter más sensible respecto a la ciudad y a su público para devolver un poco lo que se recibía". Y continuaba diciendo "cuando yo entro en enero de 2005, Last Tour tenía solo un festival, el Azkena Rock Festival. Pero ese mismo verano ya nació el Santander Summer y en el invierno de 2005 se confirma con el Ayuntamiento de Bilbao que se va a hacer un festival en el monte de Cobetas en 2006, que fue inicialmente el Bilbao Live y luego ya conocido como Bilbao BBK Live".
Queda claro que de la misma manera que se apoyó a una empresa foránea que en su día no tenía demasiada trayectoria como fue el caso de Last Tour Internacional y se le ayudó así a crecer, se debería apoyar con firmeza a las empresas locales relacionadas con la música. "Apoyar al tejido cultural de nuestro territorio", ese debería ser el mantra a interiorizar por nuestras instituciones.